El crecimiento mundial de la producción de avellanas registrado en los últimos 50 años contrasta con el declive asturiano de un fruto capital en el pasado
A. S. GONZÁLEZ
Los barcos partían antaño colmados de nueces y ablanas rumbo al Reino Unido y otros países del Atlántico Norte; en 1894, sin ir más lejos, partieron de El Musel 839 toneladas rumbo al Reino Unido. Ya en el año 1711 Fray Toribio Santo Tomás y Pumarada daba cuenta de la importancia del avellano en Asturias. A pesar de que en los últimos 50 años el fruto seco ha experimentado un notable incremento a nivel mundial en superficie y producción, atrás quedaron los tiempos en los que se apreciaba como uno de los productos con «mayor utilidad» para el Principado.
Las limitaciones a la exportación en los años sesenta y el bajo precio del producto marcaron su declive y, en la actualidad, la región está huérfana de plantaciones profesionales. El grueso de las nacionales se localizan en Tarragona (83,3%), Girona (7,4%) y Castellón (7,2%) y, en menor medida, en el País Vasco, Aragón, Navarra, Castilla y León, La Rioja y Castilla La Mancha. Asturias ni siquiera parece reflejada en los datos estadísticos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
«La situación de partida para la recuperación del cultivo del avellano es inmejorable: se trata de una especie bien adaptada a las condiciones agroclimáticas locales, un cultivo tradicional en nuestro medio rural y, seguramente, presenta una diversidad de variedades locales fruto de la selección y adaptación de los agricultores asturianos durante muchos años», afirmaba el hasta este verano consejero de Medio Rural y Cohesión Territorial, Alejandro Jesús Calvo.
Lo hacía en el prólogo de la obra ‘El avellano en Asturias: diversidad genética local y guía para su cultivo y recuperación’, que firman los investigadores Ana Campa, Mercè Rovira y Juan José Ferreira. El Serida apuesta por la recuperación de un fruto que fue una importante fuente de ingresos adicionales para muchas comarcas porque es una forma de conservar el medio natural y el paisaje y supone, además, «un factor de diversificación de las producciones agrarias, una de las señas de identidad económica y social del medio rural asturiano».
La institución ha caracterizado las principales variedades y, en un estudio publicado en 2022, concluye que «las más prometedor para su cultivo en la región son la casina, forcinas 2, priero 1 y 2 y Pumares 2. La recuperación del avellano requeriría una mayor profesionalización; es capital seleccionar las variedades adecuadas, trabajar el terreno, diseñar las plantaciones y proporcionar unos cuidados que garanticen una producción rentable y sostenible; en definitiva, trabajar para conseguir cultivos sostenibles y rentables. La promoción y puesta en valor del consumo de la avellana asturiana también es capital.