Adrián, Saúl y Paula cuidan de su ganado en Posada de Llanera. / Mario Rojas

Paula y Adrián compatibilizan sus trabajos con una ganadería seleccionada de raza Asturiana de los Valles. Miman a sus vacas con el objetivo de criar campeonas, pero sobre todo, para garantizar su bienestar. “Esto es una pasión”

MARÍA RENDUELES

Paula Marín (Oviedo, 1984) y Adrián Fernández (Soto de Agues, Sobrescobio, 1984) se levantan entre las 5.30 y las 6 horas de la mañana, les echan el pienso a las vacas, las sacan a los pastos, retiran el cucho de la cuadra y controlan que todo esté en orden. Esta es la rutina habitual de la mayoría de los ganaderos, pero la joven pareja añade un extra a su día a día. Compagina sus tareas en el campo con otros trabajos en la ciudad. Paula como higienista bucodental y Adrián en el sector del metal, consiguen conciliar las labores con la pasión de él, desde niño, y ahora también de ella. Saúl, el pequeño de la familia, va a 1º de la ESO, juega al fútbol y al igual que a su padre le fascina el mundo rural y el trabajo en la ganadería familiar. En casa le animan a que estudie veterinaria.

Saúl, con una de las terneras de la ganadería. / M. R.

Saúl, con una de las terneras de la ganadería. / M. R.

Paula no tenía nada que ver con el campo hasta que conoció a Adrián. Una mujer de ciudad a la que le cautivó este mundo. “Es algo que te acaba enganchando poco a poco”, afirma Paula, que ahora siempre va apurada a la clínica dental porque intenta quedarse con las vacas el mayor tiempo posible. Los padres de Adrián viven en La Lláscara, una zona de Ladines en Sobrescobio, que ha dado nombre a la ganadería ubicada en Posada de Llanera. Eligieron esta zona central de Asturias por la cercanía y comunicaciones para poder desarrollar sus otras profesiones, “no sabría que hubiera hecho si a mi mujer y a mi hijo no les hubiera gustado esto”, confiesa Adrián. La pareja se mudó hace cuatro años y construyó ella misma las instalaciones pensando en las necesidades de sus animales. Desde un principio, el diseño que tuvo Adrián en mente para la nave fue muy innovador. Un proyecto ideado para proporcionar el bienestar de las vacas, “que tuvieran el mejor acceso para entrar y salir de la nave”. Además, construyó una zona elevada con la intención de echar de comer a las reses desde arriba. A Adrián de niño le hubiera gustado tener más acceso a algunas tareas con el ganado y pensó darle esa oportunidad a Saúl, que entonces tenía 6 años, e instaló otro cebadero en el mismo nivel, cerrado y con cristales para que su hijo pudiera trabajar de manera más cómoda y segura.
«Había que adaptarlo a su medida, aunque ahora ya no le hace falta».

Adrián es consciente de que las cosas han cambiado, ahora los ganaderos están más profesionalizados. Sus vacas son de la raza Asturiana de los Valles y uno de su objetivos de cara al desarrollo y futuro de La Lláscara es “conseguir una raza de alta carga genética” cuenta Adrián, que lleva más de 20 años especializándose cada vez más en el mundo de la genética y la inseminación para que cumplan con un criterio basado en tres aspectos: el tamaño “algo muy importante en esta raza”, la rusticidad, “para que se adapten al terreno y clima de Asturias” y la docilidad, “para que cualquiera pueda trabajar con ellas”. En cuanto a la selección genética, Adrián elige los mejores toros en busca de la perfección de la raza. La creación de embriones “de las madres que consideramos mejores y su gestación en madres de alquiler” para que “una buena madre nos dé cinco o seis crías al año”.

El cariño también ayuda a criar vacas ganadoras

En su afán de aprender todo sobre sus animales y solucionar los problemas cotidianos van adquiriendo conocimientos incluso de su veterinario para mejorar cada día en el cuidado de su ganado. Trabajar mucho con ellas desde que nacen, incluso les ponen música. “Que te huelan, que sepan quién eres, que te escuchen y, sobre todo, mimarlas un poco”, explica Paula, es el truco para que sus vacas sean ganadoras en los concursos. Tanto es así que presumen de un gran palmarés, sobre todo Saúl, que confiesa que uno de sus galardones favoritos es “la gran campeona del concurso de Tineo”. La familia comenzó concursando en Sobrescobio hasta ganar, en Cangas del Narcea, el premio de “campeona nacional de vaca con cría 2021”. Vaca que casualmente vuelve a estar preñada y «con la esperanza de que traiga una hembra».

La familia, en el interior de la cuadra, donde se suman los reconocimientos a su ganado. / M. R.

La familia, en el interior de la cuadra, donde se suman los reconocimientos a su ganado. / M. R.

Conscientes de la difícil situación que afecta al sector primario, les gustaría poder dedicarse exclusivamente a la ganadería, aunque “el proyecto económico sería importante” y tendrían que, al menos, duplicar las cabezas de ganado. Les gustaría hacer crecer su negocio con visitas guiadas para “dar visibilidad al mundo rural y al campo asturiano”. Algo en lo que tratan de contribuir con la difusión de sus quehaceres en las redes sociales. Adrián se presenta en su whatsapp con una tierna imagen de una de sus vacas y con una reflexión que le describe: “Donde tú ves esfuerzo yo veo dedicación, donde tú ves obligación yo veo afición, donde tú ves cansancio yo veo satisfacción, donde tú ves trabajo yo veo pasión”.

Adrián, Paula, y Saúl preparan la cama para el ganado y lo vuelven a meter en la cuadra, les dan de comer y les ponen música, una selección de temas “que favorecen su bienestar”. “Es la misma música que se pone a las personas para que se relajen. No es el mismo tipo siempre, sino varias sesiones que cambiamos para que no haya rutina. Eso las hace estar mucho más tranquilas. El día que no hay música están más nerviosas”. Y con música relajante acaba el día normal de una ganadería no tan convencional.