Variedad de mora remontante con espinas. / Serida

Los programas internacionales de mejora genética permiten incrementar la productividad de los cultivos, con dobles floraciones o sin espinas que dificulten el manejo, pero su adecuación al hábitat regional supone un hándicap añadido

A. S. GONZÁLEZ

Las moras con las que trabaja Guillermo García, técnico de Experimentación y Demostración Agroforestal del Serida, ni siquiera tienen nombre. No son ni Logan, ni Young, ni Boysen…se trata de especies tan nuevas que únicamente se identifican con un código numérico. Su búsqueda para hallar el fruto rojo ideal para la región bucea por los programas internacionales de mejora genética.

En ellos rastrea con la esperanza de cantar su propio Eureka para hallar un ejemplar remontante –es decir que ofrezca más de una floración y por lo tanto dos temporadas de cosecha anual-, sin espinas, y de alta calidad. La cuadratura del círculo la completará su capacidad para adaptarse a la climatología y suelos asturianos porque en un hábitat distinto las plantas pueden reaccionar de una forma diversa a la esperada. Ocurrió con las dos últimas variedades preseleccionadas, que acabaron por descartarse por ese motivo. Asturias no era para ellas.

El mercado de los frutos rojos está el alza y las plantaciones de arándanos se han multiplicado en la región, pero no ocurre así con las moras, por lo que el potencial de desarrollo es inmenso, apunta García. Su equipo busca que despegue con el fruto perfecto para una travesía más exitosa.

El manejo de una planta sin espinas es más sencillo, lo que optimiza tiempos de recolección, rendimientos y rentabilidad. Poder recolectar dos veces al año duplica la productividad por hectárea y la eleva hasta las quince o veinte toneladas por hectáreas. En el caso de las frambuesas y los arándanos, oscila entre los 12 y los 15.

Las moras comerciales, explica el investigador, poco tienen que ver con las que se esconden por doquier en el paisaje asturiano, camufladas entre zarzales. «Entre cuatro y cinco veces» más grandes, su sabor es más ácido y carecen de las incómodas pepitas que chafan la mordiday se encajan entre muelas.

Por lo general, son hibridaciones de diferentes especies, a veces, incluso, cruces con frambuesas que dulcifican su sabor. Los avances genéticos en el campo de los frutos rojos llegan desde Estados Unidos, donde existe una industria alrededor del producto. En Asturias, sin embargo, el cultivo de moras no alcanza las cinco hectáreas, con tres productores principales.

Para garantizar una buena cosecha, el Serida recomienda resguardarlas de la humedad de la lluvia bajo estructuras sencillas tipo mini-capilla que son «poco más que una paraguas». El trabajo en el campo «técnicamente no es complicado» y el clima es ideal. El mayor escollo lo constituye su comercialización, cuello de botella que lastra la agricultura regional, de la ciruela a la lechuga o el repollo, y que ahora mismo, tras años de vaivenes, «tiende a la estabilización». El explosivo crecimiento en la producción regional de arándanos vino de la manos de la llegada de una comercializadora.

Terminó por cerrar pero la mayor parte de productores, sobre todo los más profesionalizados, se quedaron y el sector pasó en quince años de las dos hectáreas cualtivadas a las más de doscientas.