Marcos y Andrea Gutiérrez Álvarez, de Casa Marcos, quieren seguir los pasos de sus padres. / D. Baizán

Muchos adolescentes demuestran en el Certamen de Ganado San Agustín que el relevo generacional está asegurado

C. DEL RÍO

Avilés. Trabajar el campo o los animales exige dedicación diaria. Horarios intempestivos, muchas horas de trabajo, una gestión empresarial y una lucha continua por la competitividad. Cada una de las ganaderías de la cabaña asturiana libra cada día una batalla por salir adelante en un mercado cada vez más complicado en el que se alternan y, a veces, se agolpan mensajes sobre nutrición y medio ambiente que repercuten sobre las pequeñas explotaciones. A pesar de eso, la ganadería se lleva en la sangre y hay jóvenes que tienen claro que van a seguir los pasos de sus padres. En el 139 Certamen de Ganado de San Agustín, que se celebra hasta el lunes en el Pabellón de Exposiciones de La Magdalena, se puede ver como muchos adolescentes echan una mano y disfrutan del trabajo con las reses junto a sus mayores.

Algunos incluso como Marcos Gutiérrez Álvarez, con 18 años, está esperando el visto bueno de la Consejería de Medio Rural a su incorporación al registro de ganaderos. Él y su hermana Andrea, de 15 años, serán quienes cojan las riendas de Casa Marcos, en Santiago de Ambiedes (Gozón). Ayudan desde pequeños en una explotación que en 2007 decidió apostar por la ganadería ecológica.

Una niña acaricia a un xatín en el certamen. / D. Baizán

Una niña acaricia a un xatín en el certamen. / D. Baizán

Mientras Marcos espera para convertirse ‘oficialmente’ en ganadero, su hermana Andrea continúa sus estudios en el Instituto de Educación Secundaria (IES) de Corvera con la intención de estudiar Empresariales y un máster relacionado con la empresa familiar.

Ambos saben que no es fácil, pero «si algo te gusta, no miras lo malo». «Sabemos que es duro, pero llevamos en esto desde pequeños», afirman con rotundidad.

Ellos tienen 84 cabezas de Asturiana de los Valles y «dar da mal» para vivir, pero al menos tienen garantizado la venta de la carne a Alimerka. En su día a día, aparte de echar una mano, está preparar a sus mejores cabezas para concursos como el de San Agustín.

Al igual que ellos, es probable que Saúl Fernández, de doce años, siga sus pasos. Él es el hijo de Paula Marín y Adrián Fernández. Su caso es algo atípico porque ambos tienen otro trabajo (ella es higienista bucal y él trabaja en el sector del metal) y cuando salen se dedican a la ganadería. De hecho, «era de la familia de Adrián y la tenían en Sobrescobio, pero para compatibilizarla con nuestro trabajo tuvimos que traerla a Llanera», explica Paula.

Pluriempleados
Lo suyo también es pasión y compromiso, aunque llegara tarde a la ganadería. No se podría explicar de otra forma que dediquen toda la tarde a una explotación con 40 cabezas tras su jornada matinal y que él incluso haya cambiado a un trabajo que le permite salir un poco antes y dedicar así más tiempo a sus reses. «Su familia lleva más de cuarenta años con ganado y Adrián empezó cuando su abuelo le regaló una vaca», amplió.

Paula Marín ve clara la inclinación de su hijo Saúl. / Diana Baizán

Paula Marín ve clara la inclinación de su hijo Saúl. / Diana Baizán

El interés principal de la pareja más que la cantidad es la calidad. «Nos interesa la genética. Se supone que la vaca es más rentable cuanto más gorda, pero nosotros no perseguimos una culona, queremos hacer selección» y todo ello lo cuentan en las redes sociales de La Lláscara. «Hay que estar al día», se justifica Paula Marín.

Entre las que han traído a este certamen está ‘Leyenda’, que el viernes, en el primer día de certamen, ganó el primer premio en la sección de ‘vaca de 3 y 4 años’. «Es una satisfacción ver la evolución. Nos gusta concursar y en estos certámenes podemos ver nuestra mejoría. También la del resto», reconoce sonriente.