Isabel y Ana García moldeando con garcillas, con la leche ya mezclada y cuajada, la particular forma de su famoso queso. / PABLO NOSTI

Las hermanas García han sido testigo, a lo largo de sus 22 años en el oficio, de cómo su labor se ve cada vez más limitada por la subida de los precios de su materia prima y el desabastecimiento

LUCÍA LÓPEZ PÉREZ

Entrar a la quesería de Ana e Isabel García es como viajar al pasado y encontrarse en medio de una elaboración tradicional, la más auténtica, del queso Afuega’l Pitu.

Fue hace 44 años cuando sus padres, quienes se dedicaban a repartir la leche que daban sus propias vacas entre los vecinos de Grado, tomaron la decisión de fundar una quesería. Movidos, en parte, por su gusto por elaborar quesos y, en parte, por la necesidad -dada la subida de los precios de la leche y el inicio de su comercialización- inauguraron en 1978 la quesería La Borbolla con la materia prima que les sobraba. Así, entre barreñas en las que se cuajaba la leche y moldes y trapos sobre los que se construía la forma cónica o redonda del queso, nacieron y se criaron Ana e Isabel. Mamaron el queso desde la cuna.

Ana cuenta que «siempre tuve claro que quería dedicarme a esto». Lo supo cuando, siendo niña, probó suerte y se lanzó a elaborar quesos emulando a sus padres. Era la primera vez y consiguió hacer cinco bien. Fue como un milagro para ella, que relata, con la misma ilusión de entonces, que «al ver que al día siguiente ninguno de ellos había perdido su forma fue como una revelación, supe que quería dedicarme a los quesos para siempre». Pero el camino y la emoción de ambas hermanas se vieron interrumpidas por los estudios, algo que su madre consideró más importante «porque nunca sabes dónde puedes acabar». Pese a las recomendaciones maternales y los cuatro años en administración de empresas Ana e Isabel reforzaron la ilusión por dedicarse a la elaboración de quesos.

Desde entonces pasaron 22 años, en los que ambas han sido testigo de cómo el oficio ha ido cambiando. Si hace cuatro décadas sus padres tuvieron que hacer frente a una fuerte subida del precio de la leche, Ana e Isabel afrontan ahora el aumento de los precios de la luz, el agua y el gas derivados de la guerra y la covid. Y también, de nuevo, la escasez cada vez mayor de leche. Esta situación lleva a Ana a reconocer que «no estamos pasando por una buena racha, estamos desabastecidas y cada vez más ganaderías están cerrando» y a asegurar que «que en Asturias pueda llegar a faltarnos leche para hacer queso es lamentable».

A este panorama se unen también los costes que tienen que asimilar por pertenecer a la DOP, que pese a que «no deja de ser un sello de calidad», Ana reconoce que supone «un impulso» para comercializar sus quesos, especialmente entre los turistas que cada verano visitan La Borbolla, atraídos por la curiosidad de conocer todo el proceso que hay detrás.

Ante el incremento de los costes Ana e Isabel han optado por reducir los días de elaboración -«antes elaborábamos tres o cuatro días por semana y ahora dos o incluso uno»- por subir ligeramente sus precios, «pero ni aún así suplimos todos los costes», admiten. Con todo, ambas celebran que «hace un año abrimos nuestra tienda online y se nota. Exportamos mucho», algo que agradecen ya que, al fabricar bajo demanda programan mucho mejor su producción.

Reconocen ambas la sensación de inseguridad que la situación les brinda, si bien Ana asegura estar encantada de dedicarse a la elaboración de «un queso que es tan típico de Asturias» y se mantiene optimista ante el futuro del mismo: «No creo que se pierda el arte de elaborar queso y menos este, que es tradicional. El queso Afuega’l Pitu tiene que durar toda la vida, si se pierde, se acaba todo este mundo».