Óscar y Lucía, junto a una de sus vacas, ‘La Casina’. / C. Bernal
Óscar Barrera y Lucía Rey, dos jóvenes ganaderos luchan en Mieldes por mantener su explotación a flote frente a los bajos precios y las trabas burocráticas
CARLOS BERNAL
En 2016, Lucía Rey llegó desde Oviedo, ciudad donde había nacido y se crió, a veranear al pueblo natal de su padre: Las Cuadriellas d’Ambres, en la sierra de Cangas del Narcea. En septiembre, empezaría un modulo de mecánica que nunca terminaría. Ese verano, en las fiestas de Mieldes, se enamoró de Óscar Barrera, un joven ganadero que había heredado de su padre, José Manuel Barrera, una ganadería vacuna con veinte madres en 2005. Diez años después había conseguido ampliarla a 64 reses, entre madres y novillas, y de uno a dos toros. Un logro que el joven de los Barrera ahora ve «inviable». «Es casi imposible sacar una ganadería como la nuestra de cero ahora mismo», señala.
Lucía, que comenzó a conocer las dificultades para subsistir en este sector tan pronto como su relación con Óscar se iba consolidando, también se apasionó por la ganadería, colaborando al 100%. «Siempre me gustaron los animales, y aunque admito que al comienzo fue duro, no cambiaría por nada mi trabajo actual como ganadera». En 2019 Oscar y Lucía se casaron.
Los padres de Óscar estuvieron felices de ver que su ganadería, que comenzó en una pequeña cuadra con siete cabezas a principios de los años ochenta, estuviese a buen recaudo. Aunque ni ellos ni la joven pareja obvian los difíciles tiempos que atraviesan. El incremento de los costes de producción que afronta la ganadería, aseguran, «desde antes de la pandemia» ha sido salvaje. «Hace cinco años subió la maquinaria una barbaridad: un tractor nuevo ronda los 100.000 euros, una cuba, 20.000 euros, y una empaquetadora 60.000», señalan.
En 2022, abrieron una línea de ayudas para ganaderos y agricultores que se incorporaban al sector. La pareja decidió diversificar el negocio: Lucía tomaría las riendas de la ganadería y Óscar se haría taxista, llevando a los niños de la parroquia al colegio. Tal y como hicieron para subsistir en este sector los padres de Óscar, 34 años atrás.
El joven de los Barrera considera que para que la ganadería sea rentable, «la PAC debería centrar sus ayudas en la ampliación y mejora de las explotaciones ganaderas», mientras que defiende una subida de precios de la ternera hasta equipararse a la reciente subida de las materias primas: abono, pienso, plástico, y energías; luz y gasoil.
«El kilo de ternera no puede seguir casi al mismo precio que hace veinticinco años; mil pesetas, tendría que estar por encima de los siete euros», apunta al mismo tiempo que demanda a sus compañeros de profesión «más unión». «Si estuviéramos tan unidos como lo están los ganaderos franceses, no estaríamos pasándolo tan mal», defiende. De todas maneras, Lucía y Óscar consiguen por ahora esquivar los números rojos, aunque temen que el lobo les arruine la contabilidad, «como ha ocurrido en otras ganaderías de la zona».
Con la ayuda económica, de 50.000 euros, que recibirá ahora Lucía por incorporarse al sector, les gustaría construir una nueva nave en sus fincas.
En la cuadra actual, construida en el año 2000, el espacio es insuficiente. Todavía no saben si lo harán, temen que la nueva PAC, a la que solicitarán ayudas a partir del próximo mes, sin saber todavía que compromisos concretos les demandarán, les ponga demasiadas trabas administrativas para conseguir los permisos urbanísticos y medioambientales necesarios. «Te puedes tirar tres años de papeleo esperando una licencia y que luego no te la den, por ejemplo, porque consideren que la nave está demasiado cerca del pueblo», indican.