El mercado aguarda la llegada de variedades más regulares desarrolladas por el Serida a través de su programa de mejora genética
A. S. GONZÁLEZ
Es año impar, lo que se traduce en abundancia en el campo. La alternancia de los manzanos augura una generosa cosecha, pero, aún en tiempo de vacas gordas, la ciencia no aparta la vista del objetivo final: conseguir la regularidad de las pomaradas asturianas. Los científicos del Serida llevan décadas implicados en la consecución de este objetivo a través de dos vías: las estrategias de gestión de las plantaciones y la búsqueda de variedades genéticamente mejoradas.
En 2024 y 2025 llegarán al mercado nuevas variedades desarrolladas por el Serida. Lo explica Enrique Dapena, responsable del Programa de Investigación de Fruticultura de esta institución, que aprovechó el Festival de la Manzana de Villaviciosa para hablar de retos y reflexiones sobre el sistema productivo del manzano de sidra. Uno de los principales desafíos es la rápida entrada en producción de las explotaciones para impulsar una productividad que garantice rentabilidad y sostenibilidad; también asegurar el adecuado abastecimiento de manzana de calidad desde el origen.
Hace ya tiempo, explica el experto, que se sabe que las estrategias de aclareo pueden contener la vecería y que se trabaja en divulgar las distintas técnicas a los productores. Sin embargo, no todos han aplicado las medidas precisas.
Además, mediante mejora genética en el Programa de Fruticultura del Serida se han desarrollado nuevas variedades —a partir de Raxao, Perico o Coloradona— que favorecerán una producción más rápida y regular. La estimación es que los viveros asturianos las puedan empezar a producir a partir del año 2024 y empiecen a comercializarse un año más tarde. Esto no implica, matiza, que las anteriores no fueran ya «suficientemente productivas y de gran interés».
Para optimizar el rendimiento de las pomaradas desde el inicio, hay varios factores implicados, como la fertilidad y profundidad del suelo, la vigorosidad de los árboles, determinada por el tipo de variedad y portainjertos. Lograr un equilibrio entre estos factores, explica Dapena, es crucial para conseguir la ansiada productividad y que el rendimiento de los árboles sea el más fructífero.
A saber: si con una variedad muy vigorosa se utiliza un portainjertos muy vigoroso, la entrada en producción sería más lenta. El objetivo es que al tercer año ya haya manzanas y al décimo se consiga el pleno rendimiento.
Las plantaciones con árboles de vigor medio son, no obstante, más exigentes y requieren más cuidados que las tradicionales, explica el experto, quien también apunta entre sus consejos a la conveniencia de entutorar los árboles, en especial los de vigor medio, para evitar que pierdan verticalidad, por la acción de roedores, el viento, el peso de la fruta, etc…