Investigadores internacionales apuestan por esta vía para reducir el impacto climático sin poner en riesgo la seguridad alimentaria y los medios de vida rurales

A. S. GONZÁLEZ

Una mejor salud puede contribuir de forma importante a la reducción de las emisiones de la gandería. Esta es la tesis que defienden los científicos internacionales que participan en un trabajo liderado por la Universidad de Edimburgo y que aboga por cuantificar de forma concreta cómo la mejora en la salud de las reses reduce el impacto climático de su actividad.

El enfoque ofrece una nueva perspectiva para afrontar un problema que requiere solución. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la ganadería genera el 12% de todas las emisiones de carbono y libera cada año 6,2 gigatoneladas de CO₂. Las emisiones de gases de efecto invernadero deben, pues, reducirse urgentemente y de manera sustancial para frenar el calentamiento global.

Lograr esto mediante una menor cantidad de ganado corre el riesgo de tener impactos negativos en la seguridad alimentaria, los medios de vida rurales y la adaptación al cambio climático. Los 16 investigadores que firman el trabajo, procedentes de 17 países, tres continentes y con perfiles distintos, sostienen que es posible lograr una mitigación significativa de las emisiones de la ganadería de manera «inmediata» mejorando la salud animal y, por lo tanto, la eficiencia de la producción.

«Esta vía no se prioriza porque sus beneficios están mal cuantificados», explican los científicos, que apuestan por desarrollar una metodología «rigurosa” para estimar las emisiones de las enfermedades animales y, por lo tanto, los beneficios alcanzables de la mejora de la salud, impulsando después acciones positivas

La adopción de medidas contribuiría a controlar el problema sin una disminución del suministro de alimentos que pueden poner en peligro la seguridad alimentaria y, sin duda, afectar a los medios de vida rurales. «El ganado tiene un papel vital para proveer de nutrientes esenciales y soportar los medios de vida y resiliencia de numerosas familias y comunidades en todo el mundo», reconoce la propia FAO.

La salud animal maximizará los beneficios no sólo a través de la reducción de los impactos ambientales sino también con la mejora del bienestar animal, la eficiencia de las producciones y una mayor resiliencia comunitaria.

Una de las consecuencias más profundas de la mala salud es la disminución de la eficiencia, que afecta a las cantidades de nutrientes excretados. Esta ineficiencia puede surgir de una reducción en la digestión, absorción y utilización de nutrientes, debido a alteraciones en el metabolismo.

Además, los animales que permanecen en su sistema de producción durante un período más largo para lograr el mismo resultado, utilizan más recursos, incluidos los asociados con su mantenimiento.  Estas condiciones también pueden tener consecuencias indirectas en los insumos de recursos que requieren los procesos animales.

«Las mejoras en la salud animal tienen el potencial de impulsar una mejor salud planetaria, y una cuantificación adecuada como la que se establece aquí puede generar la oportunidad», concluye el trabajo, publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B.