Un centro de investigación asturiano lidera un proyecto internacional para el estudio del impacto de la ganadería extensiva en la biodiversidad, el medio ambiente y la economía rural
A. S. GONZÁLEZ
El pastoreo tradicional es una actividad milenaria en riesgo de extinción entre nuestras fronteras. El investigador del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (IMIB), Javier Pérez-Barbería, calcula que dentro de ocho años apenas quedarán pastores en España y, de producirse el fatal pronóstico, desaparecerá mucho más que una profesión.
Desde su despacho en el campus universitario de Mieres, el científico, doctor en Biología con 25 años de investigación a las espaldas, lidera un estudio internacional que integra a 28 investigadores de dieciséis instituciones encomendados en analizar los efectos del pastoreo en la biodiversidad, la calidad del medio ambiente y de la economía rural. Él, en concreto, está especializado en el estudio de los herbívoros como herramienta de restauración ecosistémica.
Los pastores viven de la carne, los productos lácteos, las pieles y la lana de sus reses, pero su actividad, paralelamente, fomenta la biodiversidad en condiciones de alto bienestar para el ganado. El proyecto ECOSPAS, que arrancó en diciembre del año pasado, evalúa los beneficios que la actividad de los rumiantes genera en el ecosistema, su huella de carbono y el desarrollo socioeconómico de las regiones con la esperanza de contribuir a convertir el pastoreo tradicional en una herramienta útil para la restauración de ecosistemas, al tiempo que ayuda a mitigar el abandono rural.
Los investigadores trabajan con un centenar de explotaciones ovinas, ubicadas en Castilla y León y Castilla-La Mancha y en una segunda fase también en Cantabria, analizando los pormenores de su actividad y su impacto tanto en el entorno, desde el grueso hasta los detalles más nimios: el consumo alimentario de los animales, los plásticos que utilizan las explotaciones, el gasto energético que suponen…
Lo exhaustivo del trabajo permitirá analizar, incluso, cuánto pasto comen mientras pacen al aire libre… El objetivo final es identificar las condiciones en que debería realizarse el pastoreo para aportar más en términos de biodiversidad porque, como señala Pérez-Barbería, no existen respuestas categóricas.
A pesar de las bondades del pastoreo, una excesiva presión en un área concreta puede dañar suelos, vegetación y fauna. Podría, por ejemplo, impedir regenerarse un bosque pero eso mismo bosque puede arder más fácilmente si el rumiar de las reses no limita la biomasa.
Más allá de la ecología están también las implicaciones socioeconómicas y culturales de la actividad porque no todo es pensar en verde, como subraya el propio investigador.
Financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación a través de los fondos para Proyectos Estratégicos Orientados a la Transición Ecológica y a la Transición Digital, ECOSPAS integra a científicos de universidades y centros agrarios y tecnológicos de Asturias, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Cantabria, Madrid, Portugal, Escocia y Australia y pretende aportar certezas, datos que luego deben ser ponderados en despachos para adoptar decisiones y políticas ajenas a la ciencia.
Una parte del trabajo, con dos años de duración, abunda en la percepción que tienen los ganaderos de su propia actividad y cómo creen que son vistos a ojos del mundo. Su quehacer se sustenta en su pasión pero no se sienten ni aceptados ni apoyados ni por la sociedad ni por las administraciones.
Ese desapego, sumado al estoicismo de una profesión que no entiende de horarios ni mucho menos de conciliación, es otro de los hándicaps que comprometen el futuro la actividad. ECOSPAS explorará modelos de negocio basados en la economía social, los recursos turísticos, y la digitalización, así como mecanismos para mejorar la integración social de las familias de pastores. También tratará de concienciar a la sociedad de los valores del pastoreo tradicional para tratar de atajar la incertidumbre de su futuro.