José Rubio, con sus vacas Fleckvieh. / M. R.
José Rubio empezó de la nada con su ganadería. Estudiante de derecho, decidió dejar la carrera para comprar vacas y hacer de su afición una profesión que reivindica: «Al mundo urbano le falta cultura rural»
MARÍA GARCÍA-RENDUELES
El gijonés José Rubio, Josepín, como le gusta que le llamen, empezó de la nada su ganadería. Vecino de Somió, siendo un estudiante de Derecho decidió abandonar la abogacía para dedicarse a su pasión: la ganadería. En su granja, hay todo tipo de animales, entre ellas diversas razas de vacas, algunas poco frecuentes aún en Asturias como son las Fleckvieh. La llegada de estas vacas a Somió el es el reflejo de una pasión de la que José Rubio ha querido hacer su vida. Esta raza originaria de Suiza, concretamente los valle del río Simmen en los Alpes Suizos, estaba destinada a tres propósitos: el trabajo, la carne y la leche. Por ello, presentan una morfología rústica, «duras para ir al monte» cuenta Josepin, que se enamoró de estas vacas por su docilidad y fácil manejo.
A pesar de que su familia nunca estuvo vinculada a la ganadería, él siempre sintió vocación por hacia la ganadería, sobre todo por las vacas. Cuando Somió, uno de los barrios más ricos de Gijón era «una aldea de verdad», Josepín siempre iba con «los paisanos y con las vacas de arriba a abajo». Quizás por eso, cuando llegó a la Universidad para estudiar Derecho tardó poco en darse cuenta que aquello no era para él y confirmó lo que ya sentía desde pequeño: quería dedicarse a las vacas.
Sus inicios en la ganadería comenzaron con vacas de leche y pronto cambió a las vacas asturianas de carne. Hace ocho años le compró a un amigo de León un par de vacas Fleckvieh, «porque veía que eran dóciles y me gustaba su manejo» y no tardó en viajar a Austria y comprar 16 reses de esta raza. El significado de Fleckvieh es “ganado manchado” y como su nombre indica este animal tiene manchas marrones y blancas, mientras que las vacas asturianas son marrones y con un color homogéneo, «vacas roxes como decimos aquí». Josepín, que tiene las dos razas asegura que «la vaca asturiana es una vaca que tiene genio, la Fleckvieh es mucho más dócil». Esta no es la única característica que las distingue, las vacas suizas no son culonas a diferencia de la mayoría de las reses asturianas y ello supone que tengan menos cantidad de carne. En cambio, producen mucha más leche en comparación con la vaca autóctona de la región. Y también comen más. La mayoría de estos ejemplares, por genética, nacen sin cuernos, «mochas».
A pesar de no ser de tipo culón y tener menos carne que las asturianas, su filtración de grasa es muy buena, lo que potencia su sabor. Aunque la raza es considerada una de las más importantes y de mayor distribución mundial, su precio es inferior al de la ternera asturiana. Josepín cuenta que tanto en Asturias como en la Unión Europea, está muy valorada la carne de ternera asturiana, llegando a ser una de las mejores para la UE. Por eso su precio es mayor al de muchas otras carnes. Pero asegura y defiende que la Fleckvieh «es muy sabrosa y de muy buena calidad».
Explica que su anatomía le atribuye una ventaja a la hora de parir, «lo hacen prácticamente ellas solas sin ayuda». Presume también de la gran fertilidad de la raza «al mes de parir pueden volver a quedar en celo». «Y los terneros nacen mamando solos».
Un mundo urbano desconectado
«Si vas a un sitio tienes que saber a dónde vas. Si vas a una casa rural su nombre lo dice». Esta es la respuesta que da a la incapacidad de la gente para adaptarse al entorno rural. Afirma que en su caso nunca ha tenido ningún problema a mayores con sus vecinos de Somió «exceptuando a alguna persona ‘repunante’ de la zona». Y es consciente de los problemas que pueden tener aquellos que comparten su profesión y que se encuentran con personas a las que les molesta el ruido de un gallo por la mañana. «Al mundo urbano le falta cultura rural» cuenta apenado al recordar que en Somió antiguamente la gente tenía vacas, caseríos «y todo el mundo sabía lo que era una vaca». Asegura que su profesión estará abocada al cierre si la situación no cambia.
Josepín, que también tiene pavos, gallinas y otros tipos de aves no sufre el problema del lobo, como otros ganaderos de Asturias, pero sí con el zorro. «Entre uno y dos días me han acabado con más de cincuenta aves» y con impotencia, al igual que todos, asume las pocas soluciones a este problema. Una vez más, vivir del mundo rural es complicado pero Josepín asegura que aún así le compensa, «además de ser una profesión es una afición y no lo haces como trabajo, lo haces porque te gusta».