Laura Martínez en su ganadería / Aida G Fresno

Con tan solo 18 años, las vacas de la familia de Laura Martínez pasaron a su titularidad por el deseo de la joven de continuar con la tradición. Ahora, con 22, tiene un pequeña ganadería

BÁRBARA PANTIGA

Oriunda de Vioño, en el concejo de Gozón, Laura Martínez es una joven ganadera de 22 años que sigue, a su manera, con el negocio familiar. En su casa tienen ganadería «de toda la vida, pero principalmente era de leche, y después tuvimos Asturiana de los Valles». A pesar de su juventud en el momento de ser titular de las vacas, señala que, como siempre lo tuvieron en casa, «tampoco fue una idea muy descabellada». Y es que, de ir a los concursos, empezó a gustarle mucho la Asturiana de la Montaña, conocida normalmente como la vaca casina. «Empezamos comprando un par de ellas por probar, porque callara un poco, y ahora tenemos sobre unas 15 madres». Esta raza siempre le llamó la atención por «las cabezas que tienen, desde pequeña me llamaban la atención por el tamaño, porque son más pequeñas que las otras».

No distan mucho los cuidados que tenían las anteriores vacas con estas, es más, cuenta que «estas tienen más facilidad de parto, entonces no tienes que estar tan atenta», cosa beneficiosa para ella, ya que aunque recibe cierta ayuda de sus padres, las vacas son cosa únicamente suya. «En primavera y verano están por los pastos», y es en esa época donde «solemos meterles el toro», para que den a luz en invierno. En esa época del año las vacas «están estabuladas» aunque alguna «hiberna en el monte», pero lamenta que «aquí no tenemos pastos comunales ni monte como en otras zonas de alta montaña».

A pesar de que las vacas casinas sean mixtas, las de Laura son principalmente para carne, la cual venden «a través de tratantes, aunque también vendemos algún ternero para vida y las hembras… depende, pero principalmente las criamos. Luego se hace una selección de las que crías cada año». La calidad de la carne es algo innegable y reconoce orgullosa que «suele tener mucho éxito, es una carne muy buena».

La situación climática actual le afectó un montón este año, ya que por la sequía tiene que andar cebando a las reses con pienso «cuando, como en otros años, podía ser noviembre o diciembre perfectamente cuando habría que empezar». A eso se le suma el precio de los forrajes. «Esperemos que cambie y que cambie mucho, no sé a los precios que estamos llegando pero esto se está haciendo ya inviable», y es que aunque normalmente tuvieran de forraje «algo de hierba, este año no hubo nada».

A esto hay que sumar los problemas administrativos. A la hora de realizar ciertos trámites, la pequeña ganadería de Laura tiene las mismas condiciones que las grandes explotaciones. «No se deberían pedir los mismos requisitos a una explotación grande que a una tan pequeña, como en mi caso que es una ganadería con 15 madres», explica. También critica las campañas ecologistas: «Es verdad que está muy bien lo ecológico y todo esto, pero también hay muchas campañas en contra de comer carne, eso nos puede afectar bastante», dice, ya que tiene claro que «una cosa es maltratar a los animales y otra cosa es matarlos para comerlos como se hizo toda la vida».

Además de ser ganadera de profesión, Laura terminó este año sus estudios de Integración Social, y admite que «si saliera trabajo de algo de eso sí que me gustaría poder compaginarlo», siendo uno de sus proyectos deseados el «hacer algo de terapia con animales».

Para la joven, las vacas son «el día a día, porque al final las ves desde que te levantas», y sabe que «hay mucha gente que no nació entre esto pero sí que le gusta». A pesar de ello advierte del problema que tienen las personas que no vienen de una familia ganadera. «En mi caso fue cambiar el nombre y ya está, es un trámite administrativo, pero empezar de cero sin tener nada de nada en casa es complicado».

Pese a todo, aun con lo malo de los precios «y que al final es un trabajo de todos los días, no tienes vacaciones». Si Laura lo pusiera todo en una balanza, siempre se quedaría con lo bueno, y es que su trabajo es su modo de vida, «ves día a día cómo va mejorando» y al final todo ese duro esfuerzo «te da frutos».