La primavera se abre paso en el campo a pesar de las rarezas del cambio climático y cada vez más agricultores venden su producto directamente al cliente final

A. S. GONZÁLEZ

El cambio climático va acabando, uno a uno, con todos los dichos vinculados a las predicciones meteorológicas. Aunque el refranero recuerda que en ‘abril, aguas mil’, quien sabe si la frase llegará a cumplirse. El perjuicio del ocaso de esas frases hechas que han moldeado décadas de observación del entorno, apenas se nota en la gran ciudad, donde la disyuntiva es entre bambas o catiuscas, toma el paraguas o dejarlo a buen recaudo en el hogar, alisarse en cabello o mantener sus rizos.

La del campo es otra historia. Los cultivos dependen en buena medida de la climatología y esa suerte de sabiduría popular convertida en dicho ha sido hoja de ruta durante generaciones. Cuando todo parecía escrito, todo parece cambiar. Lo notan viticultores y apicultores y también quienes aran y labran la tierra en busca del fruto, con las fechas de recolección de cultivos adelantadas, imprevisibles granizadas que arruinan temporadas, el paso de la sequía a la lluvia que arrecia y encharca todo.

Sea como sea, la primavera ya se ha abierto paso y la huerta asturiana promete florecer. Con abril llegarán las acelgas, los puerros, las alcachofas, la cebolleta, la escarola, la berza y la coliflor; también el brócoli, la lechuga, la lombarda, las coles de bruselas, las espinacas, la remolacha, el repollo, los rabanitos, las adelantadas habas de mayo, que no esperan a hacer honor a su nombre, los guisantes, los aguacates, las naranjas y los limones.

Asturias cuenta cada vez más productores que venden fruta y verduras directamente al cliente final. La región carece de grandes explotaciones agrícolas por lo que los productores locales pueden abastecer el entorno pero apenas sobrevivir con márgenes de beneficio muy estrechos.

Sin intermediarios, los alimentos viajan de la huerta a casa, lo que les permite obtener un mayor rédito sin que el cliente pague apenas más. Un informe difundido hace apenas unos días por la organización agraria COAG recoge cómo el precio del campo al lineal del supermercado se multiplicó por cuatro durante el mes de marzo. Cinco productos concentraron las subidas más pronunciadas. El limón se adquirió por 0,13 céntimos el kilo y se vendió a 1,89 ; las naranjas a 0,25 y se pusieron a la venta por 2,05 euros; la lechuga pasó de 0,20 céntimos a 1,21; el repollo de 0,31 a 1,83 y el brócoli de 0,49 a 2,76.

La finca Cantamisina, en Sariego, ofrece cestas trimestrales que permiten recibir semanalmente entre seis y ocho productos o comprar directamente en la web. Ofrecen también cestas a domicilio La Fuelga, Güerta Prau Riu, Rural Eco Lab abre sus puertas tres días a la semana al cliente final y desde Casa Bartuelo viaja la espléndida carne pero también las fabes y las verdinas, las judías verdes y los calabacines, los tomates y la lechuga. Las redes sociales ayudan a que muchos productores se organicen y por whatsapp se organizan listas de difusión y recogen encargos.