Amador García con uno de los ejemplares de pitu de caleya que cría en Asturias / Aida G. Fresno
En Vallín, concejo de Morcín, Amador García cría los pitos de caleya más preciados por los mejores chefs de Asturias
BÁRBARA PANTIGA GONZÁLEZ
«Empezó mi padre con dos pollos que compramos en León, porque los quería yo, y quedó enamorado del tema» cuenta Amador García, propietario de Pitos de caleya Sierra del Aramo. Lo que comenzó como una pequeña granja familiar para autoconsumo acabó evolucionando en el negocio actual al cumplir Amador los 19 años, «la situación laboral estaba complicada y decidimos aventurarnos con esto». Hace siete años, para evitar el constante viaje a León y Benavente, decidieron abrir también un matadero, el primero de pitu caleya de Asturias. Los inicios nunca son fáciles y menos con unos animales conocidos por su mal genio, y admite, entre risas, que «cuando empecé no me daban miedo, pero sí muchos sustos, porque se te lanzan».
Pero no hay nada como aprender y ganar experiencia, ya que en la actualidad Amador cuenta con más de 500 gallos, los cuales llegan a su finca con cinco meses y los mantienen a una dieta de maíz «con algo de trigo, pero a muy pequeña escala, y lo que comen por el prao» hasta que cumplen el año, aunque Amador matiza, «mejor que sobre que no que falte». Transcurrido este tiempo es cuando la carne del pitu «empieza a coger color y la grasa empieza a coger la tonalidad que nosotros queremos». La diferencia entre un pollo corriente y un pitu es clara, ya que estos animales viven «en un ambiente lo más parecido a una caleya, al aire libre, con mucho movimiento», salvo cuando el tiempo arrecia, cuando se guardan en la nave «para que estén bien y evitar muchas bajas».
Si hay algo que llama la atención es la popularidad de sus pitos, y más teniendo en cuenta que no tienen página web; y es que si algo tiene claro Amador es que «la calidad del pitu habla por sí sola y se va extendiendo». Ese boca a boca llega hasta los mejores restaurantes y chefs de Asturias, para los que los pitos del Aramo son uno de sus productos fetiches. Casa Marcial, El Molín de Mingo, Casa Belarmino, El Cenador del Azul o Casa Camacho, entre otros, los incorporan en sus menús. Lo que estos grandes nombres piden es simple, «que mantengan la calidad, que tengan la grasa, que tengan la edad, que sea una carne dura». «Al final dependemos todos unos de otros, y hay que intentar mantener una calidad más o menos estable para que los consumidores queden contentos», comenta Amador.
El éxito empresarial no era algo esperado y ha sorprendido, «nadie de mi entorno pensaba que pudiera ir tan bien», señala. A pesar de esto, reconoce que en momentos se puede hacer difícil, ya que tu trabajo se convierte en tu modo de vida, «esto te ancla mucho, porque los animales comen todos los días, los tienes que atender todos los días, por lo tanto no hay vacaciones. Tampoco es un trabajo excesivo, pero no puedes despegarte mucho de ellos», señala.
El futuro de esta empresa es algo que se mira con ilusión pero con cautela, siempre con un objetivo principal en mente: mantener la calidad, «cuando asegure que pueda ampliar lo haré, pero el proyecto principal es mantenerlo».
A pesar de la situación actual «con la crisis de los cereales, las subidas de los precios y las presiones de las políticas a los ganaderos», Amador ve el futuro del sector con esperanza. «En el concejo hay mucha gente joven que se dedica exclusivamente a la ganadería», aunque no le cabe duda que es algo muy vocacional, y que dependiendo de dónde hayas nacido se hace más complicado dar el paso «en los pueblos apenas hay natalidad y si no te crías entre ello es más difícil para un chaval joven decir «voy a dedicarme a la ganadería» si nunca lo vivió». No obstante, Amador deja claro que la positividad no puede faltar a la hora de comenzar, «poder se puede, haciendo las cosas bien y echándole ganas, hay que ser positivo y mirar lo bueno».