Guillermo Guisasola revisa la floración de los manzanos en su finca La Solana / Juan Carlos Román
Guillermo Guisasola, cosechero y expresidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegido (DOP) Sidra de Asturias apuesta por aumentar la productividad, acabar con la vecería y mejorar la producción para que el cultivo de manzano sea una actividad rentable
MÓNICA YUGUEROS
A Guillermo Guisasola los turistas le preguntan extrañados dónde están los manzanos. Echan de menos contemplar estos árboles en la tierra de la sidra cuando van por la carretera, como sí ocurre con los viñedos en zonas vinícolas. «Si toda la manzana se hiciera aquí, se verían muchas más pomaradas». La mayor parte de la manzana que se compra en Asturias procede de Galicia, Portugal y otros países europeos. Guisasola reconoce lo sacrificada que es la producción de variedades autóctonas y entre risas denomina al trabajo del cosechero ‘sidricultura heroica’ «porque tenemos fincas muy inclinadas, porque aquí llueve mucho y hay momentos que no podemos trabajar, porque la floración dura un mes de cada variedad, porque tenemos muchas variedades y a cada una hay que hacerle un tratamiento distinto y se recoge en distinto momento. Esto es muy complicado, muy laborioso y lo único bueno que tiene es que la calidad de manzana para sidra que tenemos es la mejor del mundo».
Guisasola señala como tareas de los cosecheros, de la DOP y del sector en general, conseguir mejorar la productividad por hectárea manteniendo la calidad, intentar evitar la vecería para que todos los árboles den lo mismo o casi lo mismo todos los años y mejorar la producción. «Al nuevo gobierno que salga, tenemos intención de pedirle ayuda para hacer un plan a cuatro años, con un programa para conseguir eso. Porque siempre se habla de plantar más manzanos pero si no solucionas que la actividad sea rentable a nadie le va a interesar». El precio tampoco ayuda, los cosecheros venden la manzana entre los 38 y 42 céntimos el kilo. La sidra con denominación no sale si no tiene manzana asturiana, incluso cuando se trae manzana de fuera se mezcla con la de aquí para que sepa. «Tenemos mucho que hacer porque los turistas, los consumidores creen que todo lo que va en una botella verde es sidra de Asturias, pero no es así. Sólo es sidra de Asturias la que lleva la contraetiqueta del Consejo. Y lo que tenemos que conseguir es que la mayoría de la sidra o toda la que podamos se coseche aquí». Guisasola recuerda que para que podamos hablar de productos con Denominación de Origen tienen que coincidir tres elementos: el origen, el proceso de elaboración y la calidad. «Si las manzanas no proceden de Asturias, o las variedades, los métodos utilizados o los tipos de producto obtenidos no se ajustan a lo establecido en el pliego, estas sidras no podrán acogerse a la Denominación de Origen». La producción de la manzana acogida al Consejo Regulador de la DOP que se estima en este año impar, en el que hay vecería, es de 15 millones de kilos, la que no está acogida podría llegar a los 30 millones de kilos. En el campo, la sidra ocupa el tercer sector tras la carne y leche, pero lo que menos peso tiene es la cosecha de variedades asturianas y Guisasola aboga por hacer un esfuerzo para conservarlo «no sólo como una cosa de museo, sino que esto se convierta en una actividad económica».
La UNESCO ha restrasado un período de evaluación de la candidatura de la Cultura Sidrera Asturiana como Patrimonio Cultura Inmaterial de la Humanidad por el elevado número de propuestas recibidas por países con menor presencia que España en la lista representativa de Patrimonio Inmaterial. Un apoyo, que de conseguirse, será muy importante para el sector y la tradición, que Guisasola celebra «por el reconocimiento internacional que supondrá» y la ayuda al turismo.
De momento la ayuda más inmediata la necesitan los productores. Para Guisasola se está perdiendo la oportunidad de solucionar otros problemas como el despoblamiento en las zonas rurales y una salida para los jóvenes que no saben qué hacer. Lo afirma alguien que tuvo su primer contacto con los manzanos autóctonos cuando tenía 20 años trabajando en la finca de su padre. Hoy dirige una empresa especializada en pintura para el sector del automóvil, y en un todoterreno recorre a diario las 32 hectáreas de La Solana, una extensión donde crecen, a distintos ritmos, distintas variedades de manzanos caprichosos, casi salvajes, a los que hay que abonar, podar para que tengan forma, unificar en producción y cuidar su entorno con el desbroce, con la hierba y la maleza contenida, para luego recoger su fruto, una manzana selecta, lista para cargar y enviar a los llagares.