Santiago Pérez, trabajando en sus cultivos. / J. M. Pardo

Santiago Pérez, pionero de la agricultura ecológica en Asturias, propone crear cooperativas y estudiar las zonas de Asturias para generar empleo

MARÍA RENDUELES

A pocos meses de cumplir 90 años, Santiago Pérez sigue cultivando cada día sus huertos con una vitalidad y alegría envidiables. Santiago aparenta mucha menos edad y sus huertos, según él mismo cuenta, tienen mucho que ver. Durante treinta años trabajó en una fábrica de metales, pero la agricultura siempre le llamó la atención, y eso que en su casa lo que había era ganadería «y la huerta eran cuatro berzas, patatas y poco más».

Su vida dio un paso más hacia el interés por los cultivos cuando se casó con su mujer, Longina García: «A ella también le gustaba». Heredaron las tierras de su familia en Pruvia, Llanera, y se fueron a vivir allí. Santiago dedicaba el tiempo libre que tenía fuera de su trabajo metalúrgico en su huerta. Pero la afición fue en aumento y la producción también.

Recuerda que iba con su mujer en Vespa a Oviedo a vender en El Fontán «porque a Longina le gustaba vender, y metíamos cuatro berzas y cuatro lechugas en la caja de la moto». Santiago no veía lógico echar pesticidas y productos químicos a algo que posteriormente se iba a comer. Cultivaba de manera convencional hasta que su hijo Valentín, con 18 años, le trajo de la Feria del Libro de Madrid varias publicaciones que hablaban de la agricultura ecológica. La atracción por esa práctica fue en aumento. Asistió a cursos y recorrió varios países hasta que se decidió a poner su conocimiento en práctica utilizando abono natural en tierra virgen. El resultado fue el esperado y empezó a cosechar todo tipo de vegetales sin pesticidas. La tienda de este matrimonio fue la primera que hubo en Asturias de agricultura ecológica en 1995. Santiago dejó su trabajo para dedicarse plenamente a la agricultura. Desde entonces ha conseguido «producir alimentos de la máxima calidad respetando la tierra y el medio ambiente sin meter productos químicos de síntesis» con la utilización de estiércol, abono verde y agua que recoge de la lluvia.

En Asturias «tenemos agua, tenemos el consumidor, una buena superficie, lo tenemos todo» y con esta filosofía, la finca de Santiago está en continua producción, respetando los tiempos de cultivo de cada alimento, en invierno por ejemplo, «empiezas a sembrar los ajos, los arbeyos, las cebolletas, cultivos de mucho invierno» y, posteriormente, en enero comienza a incorporar cultivos como las berzas y coles. «Al llegar la primavera las patatas ya empiezan a nacer y comenzar a plantar las legumbres y las fabas». Todo ello hace que Santiago llegue a producir «al menos» unas 30 variedades de verduras y hortalizas durante todo el año.

Unos de los trucos de la agricultura ecológica es la rotación de los cultivos. Cada año planta los cultivos en zonas diferentes, de esta manera las plagas de insectos de cada verdura «o se mueren o se van».

«No podemos perder el tiempo porque las cosas cada vez van a ser más graves»
Está convencido de que en Asturias tenemos todo lo necesario para cultivar: tierras, el clima, y «el recursos del agua, que ahora mismo es muy valioso». Santiago afirma que «falta aprovechar el campo bien, cada uno vamos por nuestra cuenta» y propone buscar soluciones como crear una cooperativas de «muchos pequeños, hacer algo grande». La figura de un ingeniero agrónomo será muy interesante para tener en nuestra región. Alguien que se dedique a crear empleo y riqueza, que ayude a producir y que enseñe a trabajar el huerto de la mejor manera, que estudie las zonas de Asturias y su superficie. «Yo estuve en Holanda y allí el ingeniero pasa por las tierras todas las semanas para supervisar que todo funciona correctamente».

Propone la formación de las personas mediante cursos de agricultura y le gustaría tener la opción de reunirse con otros productores, consumidores y el gobierno pertinente para buscar soluciones y aprovechar nuestros recursos al máximo. «Hacer un estudio de lo que podemos producir aquí y cuál es el mejor sitio, por ejemplo, el occidente de Asturias para las patatas porque es muy rico en potasio». Humildemente también propone dejarse aconsejar por los «cuatro viejos que quedamos» en los huertos ya que su percepción puede ser de gran ayuda.

Consciente de que en Asturias tenemos todo lo necesario para vivir y «no podemos perder el tiempo porque las cosas cada vez van a ser más graves», Santiago recoge el agua de la lluvia que cae de todos sus tejados y lo embalsa en una lona para posteriormente aprovecharla en sus cultivos.

Ahora Santiago cultiva una hectárea de las dos que tiene con la ayuda de un empleado y ha parcelado parte de sus tierras para alquilar a quien como él apuesta por la huerta ecológica. Longina ya hace años que dejó de vender en el Fontán, pero por su casa no dejan de pasar clientes a quien atiende con la soltura y desparpajo de quien lleva el comercio en la sangre.

«Mi nevera está en la huerta»
Santiago defiende que la salud de una persona es el resultado y reflejo de lo que come. «La comida es la gasolina del motor». Afirma que no ha consumido ningún medicamento en más de 30 años, convencido de que es gracias a su buena alimentación. Su hijo es médico y Santiago asegura que «el catarro limpia tu cuerpo, si lo cortas con un medicamento, vuelve a salir y estás todo el invierno tosiendo».

«¿Qué voy a guardar en la nevera?» La imagen de un frigorífico vacío es lo normal en casa de Santiago y Longina. Todo lo seleccionan de su huerta el mismo día que lo van a cocinar y comer. Los yogures son caseros, consiguen la materia prima de un ganadero ecológico de la zona. El azúcar que consumen también es ecológico, afirma Longina mientras prepara la comida del día a la vez que le echa levadura de cerveza, convencida de los beneficios que esta tiene en la alimentación.

Y eso no es todo, «algunos nos llaman locos» porque el matrimonio practica el ayuno intermitente que tanto está de moda entre los ‘real fooders’. El último alimento que ingieren en el día es a la hora de la comida, a las tres de la tarde. Hasta la mañana siguiente a la hora del desayuno. «Cuando haces ayuno intermitente durante 14 horas, tu cuerpo se regenera, duermes mejor y adelgazas hasta donde tienes que llegar».