José Luis Alonso en la majada de Gumartini, donde elabora queso Gamonéu en la variedad del puertu. / G. P.
El pastor y elaborador de Gamonéu José Luis Alonso, de 28 años, recoge hoy el Premio Nacional de Gastronomía Talento Joven Alimentos de España
SARA GARCÍA ANTÓN
Cangas de Onís. José Luis Alonso tiene 28 años y lleva prácticamente toda la vida dedicado al campo. Primero, de guaje, desde fuera, viendo a su abuelo. Más tarde aprendiendo a elaborar queso. Y, desde los 22 años, con su propia quesería en los Picos de Europa, donde elabora un Gamonéu que vuela entre los clientes. La calidad de su producto es una de las muchas razones que, además, le han hecho acreedor de una distinción al alcance de muy pocos.
Este martes José Luis recogerá el Premio Nacional de Gastronomía Talento Joven Alimentos de España, un galardón que le hace especial ilusión y que además espera que sirva también para poner el foco en las dificultades a las que tienen que hacer frente quienes, como él, se dedican a la ganadería y a la elaboración de queso.
No puede evitar sentir que este premio puede que «llegue un poco tarde» para este sector, para «esta tradición que hay que cuidar porque está desapareciendo». Y lo dice un joven que decidió por pura vocación dedicarse a ambas cosas: criar ganado y elaborar Gamonéu.
Elige bien las palabras para que su mensaje quede claro. Él no se queja del «sacrificio» que implica la vida a la que se dedica. No la cambiaría por ninguna otra. Pero tampoco ve adecuado cómo se les trata, especialmente desde las administraciones.
La burocracia se perfila como un aliado más de los lobos y sus ataques. Tanto que incluso llega a reconocer que él «por una oveja muerta» ya ni siquiera se toma la molestia de acudir a la consejería, a Oviedo. Y lo justifica con número. Si le van a dar –en el que caso de que todo vaya sin mayores dificultades– setenta euros por la oveja muerta y ya de mano le cuesta veinte euros de gasoil ir hasta Oviedo… Ahí empiezan a no cuadrarle las cuentas.
Después está «la pila de papeles que te piden», aunque, apunta, está claro que el animal está muerto y que fue el lobo el que acabó con él. «Al final además de dinero pierdes mucho tiempo y acabas de mal humor», explica. Por eso, cuando, como tras el último ataque, «en el que el lobo mató a dos corderas, una era la más guapa que tenía, de la mejor oveja», recogió y siguió adelante. Sin pensar en posibles indemnizaciones. Tampoco en ayudas, que asegura que las que recibe son mínimas.
«Es algo tarde»
«Es algo tarde para los pastores en los Lagos, la vida que tenemos los pocos que quedamos pocos la quieren», sostiene José Luis Alonso, quien jalona su discurso con las palabras sacrificio, dedicación, esfuerzo, vocación…
«Ser pastor y hacer queso, las dos cosas a la vez, como hago yo, es casi imposible», añade, consciente de que prácticamente no puede tener un día libre. De que si quiere marchar aunque sólo sean cuatro días, tiene que buscar a alguien que le cuide el rebaño y los quesos, en Gumartini; un tío suyo le ayuda en estos casos.
Junto al lobo y la burocracia está el aumento de los precios; todo se encarece. «Yo no culpo a los del forraje y el pienso de lo caro que está; tampoco lo van a traer a precio regalado. Está todo carísimo», indica. Él vende su Gamonéu a cincuenta euros el kilo y no tiene intención de subir el precio. «Hay que mirar un poco por los clientes, el queso se vende todo, pero si aprietas mucho puede llegar a explotar todo», apunta.
Recuerda que lleva años contando la misma historia, la burocracia los lobos y… el matorral. «No hacen los desbroces que se necesitan. Desbrozan una cuesta, pero no una sierra o un sitio en el que pastan las ovejas». Un problema más que, confía, este premio que recoge ayude a poner sobre la mesa.