José María Martínez, presidente de la DO Vino de Cangas. / J. M. Pardo

La inestabilidad meteorológica complica el manejo de las vides y en 2022 derivó en la proliferación de enfermedades fúngicas que arruinaron hasta el 95% de la vendimia de algunas parcelas. Frente a ello, los viticultores han decidido dar un paso hacia el futuro

A. S. GONZÁLEZ

En abril, abrilero, cada día, dos aguaceros; Asturias, de primavera, es nieve en la montaña y flores en la pradera; en agosto, frío en rostro… El saber popular condesa en rimas pareadas el conocimiento obtenido a costa de años de observar los patrones naturales del tiempo y el entorno. Los refranes que han ido acuñando generación tras generación forman parte del acervo cultural asturiano. El campo miraba hacia ellos para planificar sus cultivos, nutriéndose de ese saber para adelantase a eventualidades y organizar quehaceres.

El cambio climático ha dejado huérfanas de sentido las frases de toda la vida y la naturaleza se resiente. Los apicultores lamentan el efecto en las abejas, que requieren de estaciones marcadas, y los viticultores ven proliferar enfermedades fúngicas entre sus vides. El presidente de la Denominación de Origen Protegida Vino de Cangas, José María Martínez, perdió por este motivo el 95% de su cosecha. De los 20.000 kilos habituales de uva recogida, en 2022 recolectó 1.200. “Por fortuna, no a todos les fue igual y es cierto que yo fui el más afectado. Hubo variaciones en cuanto variedades, orientación, ubicación… pero fue un año muy difícil de manejar por las condiciones climatológicas”, detalla.

El problema no es el calor, que no perjudica a las vides, pero sí un clima “más tropical” que oceánico con temperaturas muy altas y lluvias estrepitosas. En junio, subraya, las temperaturas rondaban los cuarenta grados. A mediodía caía el chaparrón y, después, vuelta al sofoco. Esa humedad, incluso visible en forma de neblina en las cepas, es el caldo de cultivo ideal para la proliferación de unos hongos cuya acción es silenciosa. Para cuando dan la cara, ya están en fase de eclosión; es decir, es demasiado tarde. Mildu, oidio, botrytis, black rot…todas ellas son enfermedades fúngicas capaces de cercenar una vendimia.

¿Cómo proteger los cultivos? La inestabilidad y la ausencia de certezas climáticas ha llevado al Principado a instalar dos estaciones meteorológicas, una en Ibias y otra en Cangas del Narcea, para estudiar el tiempo al detalle, analizar temperatura, grado de humedad, riesgo de proliferación de infecciones fúngicas y su evolución…

La herramienta de precisión puede buscar patrones que ayuden a entender un “tiempo loco” y facilita, mientras tanto, información fundamental para prevenir los ataques en el momento ideal porque “a veces es, incluso, cuestión de horas”. La información recabada está disponible en la web meteovidasturias.com, con la predicción diaria acompañada de consejos para minimizar los riesgos de las principales enfermedades que afectan a la viña.

Las decisiones tomadas a pie de campo para el control serán ahora más acertadas, lo que también permitirá minimizar el uso de productos fitosanitarios preventivos, acotando su uso al momento de peligro real, consiguiendo “un cultivo más sostenible”, como destaca la Consejería de Medio rural y Cohesión Territorial,

“El tiempo evoluciona y debemos evolucionar con él, en este caso de la mano de la tecnología”, explica Martínez. Sus vides ya han comenzado a brotar con el riesgo de heladas aún en ciernes. Lo han hecho unos veinte días antes de lo previsto. Rarezas, cada vez más comunes, del cambio climático.