Álvaro Platero sigue con una ganadería familiar a cuya gestión le ha dado una remodelación completa. / Damián Arienza

A caballo entre Tapia y Castropol, 161 hectáreas y un manejo de estabulación libre son la clave de Álvaro Platero, propietario de Astilleros Gondán, y referente también en el sector lácteo

OCTAVIO VILLA

Es el mago que consiguió situar un pequeño astillero asturiano como líder tecnológico en Europa, con una intensa especialización en buques para funciones muy específicas. Pero Álvaro Platero es también uno de los mayores ganaderos de leche de Asturias. Su explotación familiar, La Peruyeira, a caballo entre Castropol y Tapia, donde la rasa costera occidental besa la falda de las colinas situadas al sur, es la más extensa de Asturias. Son 116 hectáreas propias y otras 45 en renta con las que Platero, mano a mano con su colaborador desde hace tres décadas Felipe Fernández, ha adoptado una decidida apuesta por «el pastoreo o estabulación libre» para el manejo de sus hoy aproximadamente 326 vacas frisonas.

¿Cuáles son las claves? Felipe Fernández las resume: «Investigamos y viajamos a Holanda para ver este tipo de manejo, cuya gran ventaja es que reduce mucho los costes». Cierto es que hay que tener terreno disponible, y Platero partía con la ventaja de haber recibido de su abuelo, Francisco Díaz Martínez ‘ Gondan‘ (su pueblo de procedencia, cerca de Sarria, en Lugo), 70 hectáreas de buen terreno de pastos, con agua propia y con una explotación que en aquel momento rondaba las 161 reses, en esa ubicación. Pero también es verdad que «con el manejo que tenía, la finca no daba para sacar adelante esas cabezas», anota Felipe Fernández mientras recorre con EL COMERCIO la finca, que hoy cuenta con 116 hectáreas divididas en parcelas de entre dos y cuatro hectáreas, muy bien ordenadas, con una red de caminos asfaltados u hormigonados y con canalizaciones que permiten una milimétrica gestión del ganado con una plantilla de siete trabajadores.

La clave de este manejo es la reducción de costes y la prolongación de la vida útil del ganado, aunque ello implique obtener un precio algo inferior por la leche (en España las empresas pagan una prima por llegar a determinada cantidad de grasa y de proteína en la leche, pero si ello es a costa de estabular permanentemente al ganado, de forzar una mayor producción de leche diaria o de acortar la vida de las vacas, a Álvaro y a Felipe no les vale.

Sus vacas producen una media anual de unos 7.700 a 7.800 litros por cabeza, mientras que en algunas ganaderías con métodos más intensivos se superan los 13.000 litros anuales. Son criterios de producción diversos, a los que algunos se ven abocados por necesidad económica. Quien no tiene terreno suficiente para optar por un manejo de pastoreo y bajo coste afronta la necesidad de suplementar la alimentación con piensos, y el círculo vicioso de los costes le lleva a buscar una máxima productividad, aún a costa de la longevidad de sus animales y de tener que medicarlos más.

La Peruyeira tiene sus 116 hectáreas divididas entre 20 que emplean para plantar maíz forrajero para la alimentación de las vacas y, el resto, con tres variedades de reigrás (hierba específica para la alimentación del ganado) y dos de trébol, blanco y rojo.