Las nuevas generaciones de la ganadería vienen pisando fuerte. A través de tres empresas asturianas, vemos esa transición generacional con cinco jóvenes como protagonistas, que se enfrentan a un futuro en el que la robotización y especialización en la ganadería es esencial para su continuidad

BÁRBARA PANTIGA GONZÁLEZ

GANADERÍA LA CASUCA

«Desde bien pequeñita mis padres me traían aquí a pasar el día y a estar con ellos, de ahí viene mi pasión, de estar día a día con ellas desde pequeña, siempre me gustó y siempre desde pequeña me gustaba estar con los terneritos y revoloteando entre las vacas», recuerda María Mon, de la Ganadería La Casuca, en Argüelles (Siero).

Aunque en realidad, si hay algo que apasiona a María son los concursos de ganado, una afición que le viene de familia, ya que su padre es un entusiasta de estos eventos, «en Gijón se hace el Concurso Nacional de Raza Frisona, en Agropec, y mi padre siempre tenía el gusto de ir todos los años y yo iba con él desde bien pequeña y siempre decía ‘papá, quiero salir a manejar las vacas como ellos’». Ahora de adulta sabe que prepararse para un concurso es algo que lleva mucho tiempo, esfuerzo y dedicación: «las terneras suelen estar separadas y las lavo cada poco, les corto el pelo meses antes para que estén acostumbradas, paseo con ellas, las domo, les pongo la cabezada de cuero… para que se acostumbren a estar en el día a día de allí», señala.

Esta pasión se ha integrado en su propia ganadería, aunque no sin las reticencias de las anteriores generaciones, «cuando empecé en los concursos mi padre no me dejaba casi tener las terneras separadas, con una alimentación diferente». Pero no hay mal que cien años dure, y finalmente, «con el paso del tiempo, mi padre me entendió, me deja darles una alimentación diferente y se involucra más».

También ha creado iniciativas para llegar a un público joven, creando una cuenta de instagram para promocionar allí su ganadería, @glacasuca «lo abrí hace poquito, y ahí publico cosas del día a día de la granja, y como también plantamos fabas, ahí subo cosas de cómo está el terreno, las fabas… el día a día».

Estudiar y querer ser ganadera no está reñido, aunque es cierto que María ve los libros como su plan B, «estoy estudiando comercio y márketing, que no tiene nada que ver con la ganadería pero siempre quise estudiar algo que no tuviera que ver con las vacas porque el sector primario está muy mal y hay mucha incertidumbre sobre el futuro, y tener una formación por si en algún momento la ganadería cierra o no puedo seguir, pues tengo esos estudios y puedo trabajar de ello». En los momentos en los que no estudia, «como ahora en vacaciones, siempre estoy aquí, vengo y ayudo a ordeñar, a dar de comer a las vacas, si hay que hacer algo con el tractor voy con ellos, me gusta pasar aquí el día a día y hacer todas las tareas que se hacen». Pero si algo desea María es poder dedicarse al negocio familiar, «lo que más me gustaría sería trabajar aquí, incorporarme en la ganadería, y ampliar y crecer, poder tener muchas mejores vacas y mucha mejor genética y poder seguir yendo a los concursos».

«Esto lo montó mi padre y fuimos aumentando más», cuenta Juan José Sánchez Candanedo, representante de la ganadería La Casuca. En la actualidad, su finca tiene un total de «130 animales, con 60 en ordeño y tenemos también asturiana de los valles», como caracteriza a una ganadería mixta como esta.

María, su hija mayor, quiere incorporarse a la ganadería en cuanto termine sus estudios, un futuro que ve incierto «está difícil la situación con el tema del tiempo y los precios, ahora que hablan otra vez de bajar el precio de la leche, y los cereales están un poco caros, este año por la sequía hay un poco menos de comida, está un poco difícil». Y es que para Juan José, el cambio climático, junto con el problema económico, son los dos grandes rompecabezas con los que convive la ganadería en la actualidad. Intentando ahorrar en gastos como se pueda debido al coste de los cereales, el forraje «normalmente lo producimos nosotros». «Las vacas frisonas salen por el día y por las noches al pastoreo, ahora con el calor no, pero en primavera hacemos pastoreo», comenta relativo a las inusuales altas temperaturas del verano asturiano.

A pesar de la coyuntura actual, reconoce que «la explotación ya está montada», y que María «puede seguir con ella porque las inversiones ya están hechas», por lo que al menos su hija no tendría que empezar desde cero.

Donde si ve un rayo de esperanza es en la agricultura, y específicamente en las fabas cinco estrellas de Vegargüelles, una marca en la que se engloban varios productores de la parroquia sierense. En La Casuca tienen alrededor de dos hectáreas plantadas de esta legumbre, de la cual señala que «lo bueno ahí es que vendemos nosotros, no hay nadie de por medio, somos vendedores dentro de la IGP».

CASA VIÑA

Yosune Rodríguez es la benjamina de este grupo, y es que con tan solo 16 años ya está decidida a continuar con el legado familiar junto a su primo, Iván González, ambos miembros de la ganadería Casa Viña, en Albandi (Carreño). «Cuando era pequeña estaba acostumbrada a venir por aquí y siempre que venía el veterinario, me llamaba la atención, iba con él, le preguntaba cosas», relata la joven. «Siempre me gustaron los animales y las vacas, y cuando iba a los concursos, me llamaba la atención ver cómo la gente manejaba a los animales que sacaban a pista, me parecía un tema muy curioso».

Debido a su edad, todavía no puede dedicarse en cuerpo y alma a la ganadería, pero ella ayuda en todo lo que buenamente puede «cuando no tengo nada que hacer o que estudiar». Además de una enamorada de la vaca frisona, Yosune tiene otra gran pasión, el voleibol. A pesar de ello, si algo tiene claro es que «si tuviera que elegir entre el deporte y esto, dejaría el deporte. Me gusta mucho más estar aquí porque me siento mejor, desconecto más, es otro tipo de vida».

Su visión de futuro es clara: «quiero estudiar veterinaria porque me gusta poder cuidar de los animales, y luego márketing y dirección de empresas para llevar los papeles». Ya ha empezado a mostrar esa vocación ideando el merchandising de Casa Viña, al estilo de otras ganaderías, «cuando iba a los concursos veía que todo el mundo tenía la camiseta, la chaqueta o la sudadera de la ganadería, así que di la idea y las hicimos. Di la idea de cómo hacerlas, qué poner, dónde, los colores…», explica. Y es que ella tiene en mente el futuro, en el que la ganadería pase a sus manos y a las de su primo, «me veo aquí, siguiendo con la ganadería, y entre Iván y yo mano a mano sacando esto adelante».

Iván González es la otra cara del futuro de Casa Viña. «Mi madre se crió aquí, siempre venía por aquí cuando acababa de trabajar y me traía a mi», cuenta. Criarse entre los animales de su abuelo y su tío hizo que este joven de 19 años se interesara por la ganadería, «siempre estuve ayudando a mi abuelo y a mi tío y siempre intenté hacer algo por mi mismo: darle la leche a los terneros, acercarles la comida, desempeñando los trabajos que nos permite la edad y la experiencia». La triste pérdida de su abuelo fue lo que le hizo decantarse por este modo de vida «el día que faltó mi abuelo me acabé de decidir de quedar aquí en casa y tomar el relevo generacional con mi prima, que se incorporará dentro de poco», señala.

El joven certificó sus estudios en el IES Luces, donde hizo «una FP de grado medio de agricultura y ganadería ecológica, para abrirme puertas hacia subvenciones». Su día a día es rutinario, pero como él dice, es «una rutina bastante buena». «Me levanto todos los días a las 7:00 o 7:30 , dependiendo si está el chaval que nos ayuda, se meten las vacas al robot, luego se ordeñan las 30 que tenemos en la sala de ordeño, se les da de comer a todas, se les encama, se les echa el punteo de pienso y se limpian, se hacen tareas en el campo y demás y luego por la noche se repite la rutina».

A pesar de que le gustan los concursos, reconoce que «siempre me llamó más atender lo de casa que estar por allí, eso se lo dejo a las nuevas generaciones, que les gusta más la comedia», añade simpáticamente Iván. Sin duda, el momento más satisfactorio del día y de su trabajo en la ganadería es ver a los animales comer, «que las vacas estén contentas, teniendo una buena vida, estando saludables y en confort, que no escuchas a ninguna protestar».

La relación con su prima es un punto clave para la continuación de la ganadería. Entre risas, confiesa que «antes no nos tragábamos, ella estaba todo el día picándome», pero reconoce que «hace unos años parece que cambió y ahora somos uña y carne, inseparables, y la relación siempre va a ir a mejor, tenemos cada día más confianza el uno con el otro, nos llevamos muy bien y estamos de acuerdo en muchas cosas».

El futuro de Casa Viña y del sector es algo que se mira con optimismo, «si el gobierno lo va permitiendo, habrá que ir mejorando, poner otro robot, automatizando alguna cosa y demás». Ciertamente, algo que Iván destaca es el progreso de la tecnología agraria para mejorar y aliviar el trabajo de los ganaderos «si la cosa sigue así, y sigue habiendo estas innovaciones en el campo, relativamente no vamos a tener que trabajar casi nada, va a ser más tener vista y controlar a los animales». No obstante, reconoce que lo más costoso es el paso generacional, «todavía tienen que ir soltando el relevo», afirma.

«Mi abuelo no era de aquí pero se casó aquí, era una casa mariñana y fueron creciendo poco a poco, tenía una casería con 6 u 8 vacas» cuenta Tino Rodríguez, actual gerente de la ganadería Casa Viña. «En los años 70 ampliaron la cuadra y pusieron el emparrillado para después poner más vacas. Cuando volví de la mili, con 20 años o así, llegamos a ordeñar hasta 30 o 35 vacas».

A Tino, que estudió «nada más que la EGB», siempre le han gustado las vacas, «he luchado por tener buenas vacas, por dimensionarse, por ponerme al día con la tecnología». Una vez tuvo en sus manos la ganadería, ya en la década de los 2000, «pusimos una nave nueva, dimensionamos más vacas y pasamos de ordeñar 30 a 35 vacas a ordeñar 100 vacas». En la actualidad, su ganadería es una de las mejores de Asturias en términos de calificación, «hay una buena genética, este año estamos en calificación los número 7 en España y los terceros en Asturias». Y es que si algo tiene Casa Viña es que «hay muy buenas vacas, luchamos por tenerlas lo mejor posible, bien acondicionadas, y luchamos por hacer buenos forrajes, para que el costo del libro de leche salga eficiente y haya buenos beneficios».

«Ahora tengo a mi hija Yosune, que va a hacer 17 años, que parece que le gusta esto y a ver si le entra afición y se va centrando», comenta. «A mi sobrino siempre le gustó esto y a ver si va cogiendo experiencia poco a poco, y según vaya cogiendo experiencia le vas soltando las riendas». Y es que si algo tiene claro Tino es que todavía ambos son muy jóvenes y tienen mucho que aprender. «Ellos están con la idea pero les falta experiencia y rodaje, aunque piensan que saben, pero les falta rodaje. Es normal, todos fuimos jóvenes y la experiencia la tienen que ir cogiendo poco a poco, luchando y aprendiendo de la gente que lo hace bien e ir copiando de estos», explica.

«Para ellos la ganadería como futuro es bueno, lo pillan más fácil de lo que lo pillamos nosotros, aunque la gente diga que no», manifiesta. «Cuando yo era un chico como ellos los medios de trabajo eran los brazos, no la maquinaria y la tecnología que hay hoy en día, las cosas mejoraron mucho respecto a eso», además del hecho de que ellos «cogen ya una ganadería, con lo cual la lucha que tuve yo desde chaval hasta ahora no la tienen».

Si algo tienen que hacer Yosune e Iván es, en palabras de Tino, «luchar por ello, por seguir conservándolo y mejorar alguna cosilla. Tienen que ir con los tiempos como lo hice yo, que vayan aprendiendo poco a poco, que se vayan desengañando y que lo trabajen día a día que no es venir a una granja, estar un par de horas y dejarlo, aquí hay que saber estar, tener vocación y aguantar día a día tu trabajo». «Tienen que tener claro que el negocio lo tienen montado, y si lo saben organizar, lo pueden llevar bien», recalca.

GANADERÍA RONDEROS Y GARCÍA

«Desde que nací sabía que quería continuar con la ganadería familiar, siempre me lo inculcaron desde muy pequeña» cuenta Noelia Ronderos, de la ganadería Ronderos y García en Valles de Teso (Tineo), «a mi abuelo le encantaban las vacas, le gustaba mucho la genética y yo siempre me decidí por ese rango en la ganadería».

A pesar de esa pasión por el negocio familiar que corría por sus venas, sus padres fueron precavidos con el futuro de su hija, «cuando acabé la ESO, yo me quería incorporar y mis padres me dijeron que no, que tenía que estudiar primero. Hice un grado medio de farmacia y, después de terminar ese, hice el superior de ganadería». Tras ese parón por los estudios, finalmente Noelia se incorporó a la empresa familiar, actualmente en obras «hicimos esta nave, tenemos un robot de ordeño, con 67 vacas en ordeño ahora mismo, y estamos poniendo el segundo robot, que en 2 meses o así estará funcionando».

Su día a día nunca está marcado por la rutina, «me levanto por la mañana, atendemos a los animales, miramos las vacas para ver si hay alguna novedad, ya que siempre hay alguna cosa porque en la ganadería tienes algún traspié; y después bajamos a atender lo que hay en la nave, a meter a los terneros en la amamantadora cuando no saben entrar».

Apasionada de los concursos, su interés es heredado de su abuelo, ya que «siempre le gustaron. Nunca fue a ningún concurso, pero yo cumplí su sueño», reconoce orgullosa. Una afición que comenzó hace poco junto con su amiga Eliana, «en el primer concurso al que fui solo llevé dos animales y le dije ‘oye, ¿vienes conmigo’ y me dijo ‘si, vamos’ y nada, fuimos. No tenía la intención de ganar nada ni mucho menos, solo estaba viendo cómo era ese mundo». Tras esa primera experiencia, ambas descubrieron un curso para poder ser jueces, «asistimos nosotras dos y otros compañeros de clase, este año ella y yo repetimos y si podemos ser juezas muy bien, y si no, nos llevamos la experiencia», comenta.

El porvenir se observa con cautela, sobre todo por la subida de los precios, «el futuro es muy inestable, está todo muy caro, esperemos que vaya todo un poco mejor, que mejoren un poco los precios, ya que los precios del forraje están ahora mismo inalcanzables, no sé qué les vamos a dar de comer a los animales». Aún así, queda hueco para la esperanza, «cuento con tener 250 cabezas de animales o así, y seguir con la ganadería familiar hasta donde podamos seguir». Una parte de ese objetivo será posible gracias a la ayuda a los jóvenes ganaderos del Principado de Asturias, «me incorporé en noviembre de 2022 y con la ayuda voy a comprar animales para el segundo robot que estamos poniendo y para mejorar la genética de la ganadería». Sin embargo, reconoce que aunque para ella «esa ayuda es bastante, para alguien que empieza de cero le sería imposible empezar una ganadería».

Como en los anteriores casos, la ganadería de José Manuel Ronderos, administrador de la ganadería Ronderos y García, es cosa de herencia familiar, «viene de mi padre, que empezó con siete vacas, después fue aumentando e hizo una cuadra». Tras casarse, «hicimos una nave, al poco tiempo pusimos un robot y empezamos a aumentar», comenta. «Luego tuvimos una hija y empezó a estudiar, y empezamos a pelear con ella para que estudiara y trabajara fuera pero le gustaban las vacas y no hubo manera», reconoce entre risas.

Y es que por mucho que quisiera que Noelia estudiase, ella tenía claro lo que quería ser y hacer, «primero estudió farmacia y parafarmacia, pero no le gustaba el trabajo y le dije ‘tienes que estudiar algo más’», intentando de esa forma que Noelia viera que las vacas no era el futuro esperado, «acabó de estudiar Ganadería y Asistencia en Sanidad Animal y después dijo que se iba a incorporar y nada, ‘pues habrá que ayudarte en lo que se pueda y adelante’». No se puede negar que son unos padres comprensivos, ya que cuando la joven se incorporó hicieron una nave nueva «para que criara novillas, porque le gusta mucho la recría y la genética», y es que a Noelia «se la ve con ganas y con ánimo al 100%, a ella le gusta el tema y ahí está luchando».

No obstante, reconoce que «queda poca gente» siguiendo con la tradición y «alguien tiene que seguirla», «cada vez se jubila más gente, no queda gente con ganas de salir adelante con la ganadería, todos los padres que pueden intentan que estudien y no queda gente, queda muy poco». Su hija es una de las valientes que ha decidido seguir, curiosamente en un momento en el que hay mayor número de mujeres que de hombres que deciden incorporarse «hay más que hombres, por aquí conozco varias que se incorporan en la ganadería, es buena cosa también».

No cabe duda de que en un momento en el que la ganadería va a ser cosa de una o dos personas, «hay que poner las cosas cómodas y robotizarlas». En la actualidad, en Ronderos y García han comprado «un Lely Discovery para limpiar toda la nave», y es que «hay que buscar comodidades para que una persona sola pueda dominar las vacas». En su caso, trabajan ellos y disponen también de un obrero «que nos ayuda bastante, y vamos dominándolo bastante bien».

El caso de Eliana García es particular. La joven gijonesa no forma parte de una familia ganadera, «en mi casa no los podíamos tener, solo tenía ganado menor». Pero el amor que le inculcó su padre por las vacas la unió de por vida a estos animales «a mi padre le gustaban y me llevaba a ver concursos». Tras terminar sus estudios de bachiller, la joven realizó el ciclo formativo de grado superior de Ganadería y Asistencia en Sanidad Animal en el IES Luces «y ahí fue cuando de verdad empecé a meterme en el mundo». Fue en ese centro donde conoció hace tres años a su gran amiga Noelia, «la que más me ayuda ahora mismo, la que siempre me abre las puertas de su casa».

Puede llamar la atención cómo una chica tan joven y sin vinculación familiar ha decidido dedicarse a la ganadería, pero Eliana tiene claro que «lo que la gente opine me da igual», aunque en general las palabras que recibe son siempre de apoyo, «se alegran de que yo esté feliz, desde que fui al IES Luces no estuve tan feliz nunca, hago lo que me gusta».

En la actualidad, la veinteañera se dedica «a la formación en la ganadería, el mundo de los concursos y la genética, en definitiva, todo lo que engloba a la frisona», con la mira puesta en los concursos, «me llaman para ir a concursos de otros lados de España, fui a Italia este año y me gusta mucho ese mundo, es lo que intento mejorar y aprender todos los días, que todavía me queda mucho por aprender». Aunque la formación es algo muy importante, reconoce que «el día a día en la ganadería es realmente lo que te hace estar cerca de ellas, pendiente, y es cuando aprendes».

Una labor que le encanta es preparar a las vacas para los concursos, «una vez estando allí, los momentos previos de la salida a pista, que las vacas salgan lo mejor preparadas posibles y manejarlas en pista». No niega que es un trabajo muy complicado, pero su objetivo es seguir aprendiendo y practicando para hacerlo cada vez mejor, al fin y al cabo «es una tarea muy importante, al final es cuando estás luciendo al animal en pista y tiene que hacerse lo mejor posible».

Desafortunadamente, sabe que es complicado ponerse por su cuenta si no dispone de una tradición familiar detrás, por motivos principalmente económicos, «yo no puedo coger una ayuda a la incorporación y ponerme por mi cuenta, porque no me da». Pese a todo, confía en que de aquí a varios años, pueda tener su propia ganadería y cumplir su sueño de trabajar entre las vacas «y ser feliz con ellas», y es que, como ella misma declara, «la experiencia es lo que me va a hacer mejor o peor ganadera, así que yo creo que estoy en el camino, pero el camino es largo».