La ganadera Lucía Velasco, que reivindica el papel de las mujeres en el campo/ Paloma Ucha
La ganadera asturiana Lucía Velasco da voz a las mujeres ganaderas en Europa, que explora cómo retener talento femenino en el campo
A. S. GONZÁLEZ
La naturalidad de Lucía Velasco para relatar su día a día en las redes sociales y sus habituales reivindicaciones la han convertido en referente rural en Europa. La ganadera asturiana es una de las ocho mujeres españolas, la única del norte del país, seleccionadas para participar en el programa comunitario Grass Ceiling, dotado de 2,8 millones de euros y que pretende articular medidas para que las féminas desarrollen su labor en el campo y frenar, de este modo, la despoblación.
Las cuatro ganaderas y cuatro agricultoras elegidas forman parte de un foro a la búsqueda de iniciativas innovadoras que respondan a los «desafíos sociales y ambientales y que fortalezcan la resiliencia de las zonas rurales». ¿Qué hay que hacer para que sigan existiendo mujeres ganaderas?, le han preguntado a Velasco.
El problema, en su opinión, es de base. A día de hoy, el entorno rural no tiene «las necesidades básicas cubiertas». Las conexiones no son buenas y «sin carreteras dignas» es muy difícil habitar en un entorno donde no hay escuelas ni centros de salud. Bajar a los niños a la escuela se convierte en un riesgo cuando hay, por ejemplo, helada, el día a día en las zonas de montaña.
No hay tampoco, lamenta, centros de salud cercanos con un pediatra que atienda cuando se le necesita y tampoco servicios para las personas mayores, que alcanzada cierta edad quedan también a cargo de la mujer rural, invirtiéndose los papeles de toda una vida.
La maternidad es un problema. Mantener una ganadería en extensivo con un embarazo avanzado es inviable y peligroso –un resbalón en la montaña o un empujón de una vaca pueden ser fatales- pero la situación no mejora cuando se da a luz. Aunque la Seguridad Social conceda la baja, la burocracia no cesa y es preciso continuar presentando papeles ante la Administración para evitar penalizaciones.
Los animales no dejan de existir y requieren idénticos cuidados, por lo que el cese por maternidad es una entelequia. «La mayor parte de las explotaciones no permiten, por rentabilidad, contratar a otra persona y aunque puedas hacerlo, es problema es que tampoco es fácil encontrar gente preparada para este trabajo», detalla.
Las jornadas en el campo son maratonianas y un relevo unipersonal no es factible. Velasco, con dos hijos de cuatro y trece años, reconoce que a medida que crecen el problema mengua —aunque no sabe qué haría sin la colaboración de su madre— pero cuando son «bebotes» supone un verdadero quebradero de cabeza.
Echarse a la montaña con las vacas y su propia cría en la mochila se convirtió en una rutina no exenta de riesgos. «Eso hay que arreglarlo. Nos merecemos unos meses de baja y estar con nuestros bebés, como todo el mundo», subraya.
Todo esto lo compartió con los investigadores participantes en el proyecto europeo que analizan la posición de las mujeres en el sector agrario y las áreas rurales tratando de identificar las barreras y apoyos necesarios y de comprender qué factores impulsan y facilitan la innovación en el campo.
El proyecto, en el que también participan ganaderas y agricultoras de Irlanda, Croacia, Italia, Lituania, Países Bajos, Noruega, Escocia y Suecia, se articula a través de «laboratorios de experiencias».
Velasco se ha convertido, pues, en una pieza fundamental para la implantación de «un sistema de innovación y aprendizaje en red que apoyará a las mujeres innovadoras rurales, fortalecerá su identidad en lo que a innovación se refiere y tratará de transformar los estereotipos de género, compartiendo experiencias y buenas prácticas».