Un cesto de arándanos. D. Mora

La temporada del fruto comienza con buen pie condicionada por los imprevistos meteorológicos y la acción de la avispa asiática

A. S. GONZÁLEZ

Antes incluso de que junio asomara la cabeza, el último día de mayo, María José Camino, colmó sus cestas de arándanos. Con esa recogida temprana comenzaba la temporada del fruto rojo en la finca El Bregón, en Nava, donde brotan los mejores ejemplares de Asturias.

El reconocimiento se lo concedió el jurado del Festival del Arándano y los Frutos Rojos de Villaviciosa en su última edición, poniendo en valor el producto cultivado en ecológico en Nava por un matrimonio que optó por da una nueva vida a una finca familiar prácticamente abandonada.

La temporada del arándano ya ha comenzado en Asturias y promete un verano rico en sabor, a expensas de las pequeñas catástrofes que pueden arruinar todo un año de cosecha. Porque los frutos azules asoman en verano pero que lleguen fuertes y sanos a esta época requiere el trabajo constante y sacrificado a lo largo de todo el año, subraya la agricultora.

Quien desconoce el campo ignora el trabajo detrás de las suculentas barquetas de esferas y que a veces se pierde por una granizada a destiempo, que acaba con toda una cosecha –ocurrió hace años en El Bregón y desde entonces decidieron instalar invernaderos- o merma por la acción de las velutinas, que el año pasado esquilmaron la plantación.

Aun así, la finca salvó en torno a seis mil kilos de producto, comercializado a través de la cooperativa Principado Berries, con sede en Pravia. Hasta allí viajan los arándanos que Camino y su marido trabajan en ecológico. Las plantas necesitan “pocos, o ninguno, tratamientos fitosanitarios para producir fruta de calidad”, detalla el Serida, por lo que muchos productos optan por certificarse a través del Copae.

El Bregón ha ido creciendo a través de los años. El proyecto nació modesto en 2015, se amplió dos años después y en la actualidad alcanza hectárea y media y 4.700 plantas. Con él y con su vida rural, María José Camino, que se declara “obrera” y propietaria al mismo tiempo, es rotundamente «feliz» aunque reconoce que le gustaría que le “pagaran un poco mejor” el producto que vende.

El premio no ha cambiado nada y, a la vez, lo ha cambiado todo. Supone «un empujón, que levanta la moral y da ganas de seguir trabajando». El jurado valoró, por supuesto, el sabor de sus arándanos liberty pero también aspectos más técnicos como el tamaño, la petina, el punto de maduración…

Las siete variedades que producen, con distintos ciclos de maduración, les permitirán pasar todo el verano de recogida en recogida. Si algo echa en falta María José Camino, es que se fomente más la adquisición local del arándano, que desde su finca y a través de la cooperativa viaja por el país y Europa.

El antiguo continente ha aumentado exponencialmente su consumo. La media per capita en 2014 era de 150 gramos por persona y, en 2022, alcanzó los 600, aún lejos del kilo que, según las previsiones, se comerán en 2026.

Sus propiedades nutricionales son su mejor carta de presentación. Ricos en antioxidantes, fibra, vitamina C, vitamina K, manganeso, refuerzan el sistema inmunitario y protege el sistema digestivo y el cerebro. A menudo se recomiendan a quienes padecen infecciones de orina y también para prevenir la hipertensión.

«La gente dice que es como una medicina», confiesa Camino. Eso sí, no hay medicamento que sepa mejor.