Daños de la rata topo en el campo asturiano / Foto: P. Nosti.

Su discreta presencia, anunciada por los montículos de tierra durante la dispersión de los ejemplares más jóvenes, provoca daños en cultivos y pastizales

A. S. GONZÁLEZ

La rata topera es un invisible quebradero más de cabeza para quienes viven del campo en Asturias. El roedor habita en el subsuelo de los prados y las plantaciones de frutales, agazapados en galerías y alimentándose de raíces, bulbos e incluso de las partes visibles de las plantas, que arrastran hacia abajo. Su presencia no es nueva pero cada cierto tiempo se producen explosiones demográficas.

Su discreta presencia, anunciada por los montículos de tierra durante la dispersión de los ejemplares más jóvenes, provoca daños en la mayoría de cultivos. Son víctimas manzanos, cerezos, ciruelos, perales o kiwis, con una merma en su desarrollo e incluso muriendo por su acción. Los daños en prados, praderas y pastizales son, por un lado, la disminución de hasta un 80% de la producción forrajera, la pérdida de calidad del pasto y la dificultad para la siega y recogida.

Todo ello lo recoge la Guía de Gestión Integrada de Plagas publicada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que incorpora la información recopilada por el científico del Serida Aitor Somoano, especializado en el estudio de estos pequeños animales.

La publicación estatal ofrece pautas para contener la expansión. Cuanto mayor es la proporción de prados de siega, pastizales y/o plantaciones de frutales, mayores serán las probabilidades de colonización de nuevas áreas.

Los mayores daños llegan durante las fases de explosión y crecimiento poblacional y son especialmente visibles en primavera y otoño, cuando tienen una mayor actividad cavadora debido a una mayor disponibilidad de recursos y menor dureza del suelo.

El mejor momento para realizar el control, sería antes del inicio de la actividad reproductiva tras un parón por las condiciones adversas invernales o estivales; es decir, a finales del invierno y del verano.

Fomentar la presencia de sus depredadores es la mejor forma de acabar con la plaga. La mayor parte de las crías mueren víctimas de sus enemigos cuando se dispersan en superficie en busca de un hogar propio donde crear sus propias galerías. Por ello, entre las medidas de control sugeridas está la instalación de cajas nido para rapaces nocturnas y perchas para las diurnas.

Se recomienda, además, recuperar las parcelas agrícolas abandonadas que sirven de refugio, la preservación de zonas naturales, la conservación de sebes y muros de piedra y la instalación perimetral de barreras artificiales semienterradas, medio metro bajo tierra y el otro en superficie.

Asimismo, se pueden realizar labores profundas para destruir las galerías, utilizar el rodillo y remover el terreno a través del labrado.

El pastoreo es también una gran ayuda porque las pisadas de las reses compactan el suelo, lo que dificulta la colonización y contribuye a la destrucción de galerías.