Alberto Amandi con productos de Los Caserinos / Paloma Ucha

Los ganaderos de Los Caserinos, productores de leche desde 1910, se dieron cuenta de que «en diversificar estaba el éxito»

MARÍA RENDUELES

Durante casi un siglo la ganadería se centró en la producción de leche de vaca, hasta que en 2013 tuvieron que darle un giro a su negocio debido a la cuota láctea. Por ello, redujeron el número de vacas e introdujeron cabras y comenzaron a producir queso y arroz con leche.

Alberto Amandi es la cuarta generación de Los Caserinos junto con sus tres hermanos. Cuenta que tenían claro que con una ganadería sólo productora de leche no se vivía, por eso empezaron a elaborar, hace ya 10 años, otros productos derivados de la leche: yogures y quesos «elaborados de forma artesanal a partir de materias primas 100% naturales», con los que presumen de mantener el sabor de la más pura tradición.

También, hace una década y por tratar de diversificar, rentabilizar y dar visibilidad al negocio, empezaron a hacer visitas guiadas, a modo de granja escuela, que se reservan a través de su página web, tanto para familias como para grupos. De esta manera la sociedad descubre el medio rural, aprende a respetarlo, ve cómo trabajan y conoce el producto. «Es una labor de base porque son experiencias que nunca se olvidan». Además, es una forma de venta directa y kilómetro cero para la empresa porque, a parte de comercializar sus productos en grandes superficies, los venden a las personas que visitan Los Caserinos.

Sus ventas llegan hasta Madrid. El arroz con leche es uno de sus productos estrella, junto con el yogur ecológico para colegios. En Asturias hicieron muchas ferias, ahora menos, y aunque parezca mentira «fue muy difícil vender aquí», confiesa Alberto.

Por ahora, la intención de esta familia es asentar el proyecto antes de crecer. Quieren dejar un legado rentable para la quinta generación y las que vengan. «Que se formen y que si quieren tengan la opción de quedarse y vivir de esto», cuenta Alberto. Al igual que su sobrina Marta, que estudió veterinaria y ayuda en la empresa familiar sin perder de vista su sueño de emprender allí, en Maoxu, con la puesta en marcha de una clínica para caballos.

En definitiva, la clave de Los Caserinos ha estado en diversificar o como se suele decir “en no poner todos los huevos en la misma cesta”. El día a día no es fácil, teniendo que competir con las grandes marcas y superando las dificultades económicas de la actualidad. Pero al ritmo que va su empresa familiar, que un día empezó con el mote del bisabuelo “Caserín” en Grases, un pueblo de Villaviciosa, la quinta generación tendrá la opción de seguir con un legado de tradición e innovación al mismo tiempo. Una herencia que comenzó hace más de un siglo.