René Cuervo opera uno de sus drones de fertilización desde una finca de Cancienes, localidad que sirve de base a Asdrónica, su empresa. / Diana Baizán
Asdrónica, una empresa formada por tres personas y con una flota de hasta cinco aeronaves no tripuladas, utiliza las areronaves para fotografíar los cultivos, pero también para abonar o fumigar
BORJA PINO
Cancienes. La tragedia de la guerra en Ucrania, como las experiencias previas en Irak y Afganistán, han forjado en la mente colectiva una imagen de los UAV (del inglés ‘unmanned aerial vehicles’, o vehículos aéreos no tripulados; drones, en definitiva) ligada a la idea de máquinas de uso bélico, de destrucción y de muerte. Sin embargo, fuera del ámbito militar existe un vasto campo de utilidades para tales artilugios, cada vez más presentes en el día a día; el mismo que, hace ya cinco años, René Cuervo Fernández, vecino de Cancienes, se decidió a explotar. El resultado fue su empresa Asdrónica, hoy operativa tras un breve letargo durante la pandemia, y que pone al servicio de sus clientes drones tanto para uso fotográfico y topográfico como, y he aquí la gran novedad en_Asturias, agrícola.
Cuervo, de 56 años y químico de formación, desarrolló su proyecto después de haber pasado más de dos décadas como topógrafo al servicio de Tecnia Ingenieros. «Entre la crisis económica y el fallecimiento del dueño, la empresa acabó cerrando», recuerda. No obstante, el hecho de que Tecnia emplease avionetas para labores topográficas, ligado al auge de los drones en aquel momento, encendieron su propia bombilla. Su primera inversión fue en un Phantom 4 Pro, un pequeño UAV específico para fotografía aérea. Ese fue el embrión.
Con el ‘aeródromo’ de la compañía establecido en su propio piso de la localidad corverana, René comanda una flota que, en este tiempo, ha crecido hasta sumar ocho aeronaves, cada una de ellas adaptada a un cometido concreto. El denominador común, eso sí, es la ligereza y la capacidad para ser plegadas, como un caza a bordo de un portaaviones, para facilitar su transporte y almacenamiento. Del mantenimiento y pilotaje se encargan él mismo y sus dos empleados.
Un sector en auge
Pero las labores fotográficas pronto quedaron relegadas a un segundo plano. La fácil adquisición de pequeños drones domésticos para tal fin coparon el mercado, y entonces Cuervo dirigió su atención al ámbito agrario. En él ha encontrado la rentabilidad para su compañía; sus clientes le contratan para mapear terrenos, fumigar y abonar. El producto químico lo pone el propietario de la finca; los vehículos, las horas de vuelo y, por supuesto, los pilotos son cosa de Asdrónica.
«Es una buena opción para cultivos como el maíz, que, cuando alcanzan cierta altura, son difíciles de abonar por tierra», explica. Además, la orografía de Asturias propicia la existencia de parcelas a las que es complicado acceder con un tractor. Y no solo eso; los drones «funcionan con baterías, por lo que no emiten CO2». Un cúmulo de virtudes que les han convertido, afirma, en una de las mejores opciones de la franja cantábrica. «No solo trabajamos aquí; también nos llaman de Galicia, Cantabria…».
Nada de todo eso es sencillo, claro. No basta con llevar el dron al campo y despegar; hacen falta un buen número de permisos y licencias, y coordinación con los aeropuertos, aeródromos y cuerpos de seguridad. Y la cosa se complica si se va a volar entre Cudillero y el acuartelamiento Cabo Noval, espacio aéreo controlado. En esa franja es preciso un detallado plan de vuelo, y trasladarlo a la ‘oficina Ícaro’, nombre en clave de la torre de la terminal de Santiago del Monte.
Por supuesto, nada de todo eso disuade a Cuervo, quien, aunque satisfecho, no puede evitar echar la mirada al este, a Ucrania. «Con todo el bien que los drones pueden llegar a hacer, verlos en ese uso deja un muy mal cuerpo».